Las truchas de Lambrama
Escribe, Efraín Gómez Pereira
La hermosa fotografía que ilustra esta nota, nos motivó a escribir sobre el río Lambrama, recordando nuestras travesías infantiles en busca de las preciadas truchas. Desde muy niños, menos de diez años de edad, solos o acompañados de hermanos, primos o amigos, salíamos muy de madrugada, equipados de un anzuelo y un carrizo, a “truchar” en sus generosas torrenteras.
Al despuntar el alba, advertidos por el bullicio de los pichinkos que rondan la huerta familiar, provistos de un allachu y una cajita, recolectamos lombrices, en especial las rojitas y delgadas, para ser usadas como cebo en el anzuelo.
Las mejores lombrices o cuicas, se encontraban en la huerta de tierra negra, ubicada entre las viviendas de Vidal “Ttanaco” Zanabria y Zoilo Gamarra, en Chacapata, a donde se ingresaba subrepticiamente, engañando inclusive a los chakuallccos.
Para obtener el apetitoso manjar había que ser paciente y disciplinado. El anzuelo bien amarrado al hilo de nylon, el plomo o “tete” ubicado a una cuarta exacta del gancho, la carnada bien colocada cubriendo todo el metal, eran elementos que aseguraban una buena pesca.
La aventura empezaba en el mismo puente Chacapata, desde donde se surcaba el río hacia abajo hasta Huaranpata o hacia arriba, hasta Uriapo. Había pozas en los que nunca se fallaba, porque siempre te regalaban ejemplares pequeños o grandes. Los muy chiquitos eran devueltos al río. El desayuno familiar esperaba las truchas.
Una a una, las pozas o claros de agua eran asaltadas por el carrizo, a la espera que caiga un ejemplar o pique una trucha. Al sentir el jalón del carrizo, así sea muy leve, había que levantar con firmeza la caña de pescar y, aleluya, un culebrón del pescadillo te ganaba la primera sonrisa. La pesca sería buena.
Para juntar las capturas, era necesario buscar un palito en forma de gancho, una pallcca de murmuskuy, con características muy especiales y donde se ensartaban las truchas por las agallas. Había mañanas en que la sarta traía hasta dos docenas de truchas.
Lagunas lambraminas muy bien aprovechadas para la producción de truchas en jaulas flotantes municipales.
En jornadas más amplias, salíamos a pescar al río Atancama, por los parajes de Unca y Cruzpampa, con cosecha asegurada. También íbamos al río Kisuará, por el apretado valle Chocconccoy, bajando desde las espaldas de Pichiuca para recalar en el puente de Paccaypata. Ahí la pesca era abundante. Para cargar las truchas se tenía que usar talegas. Otros tiempos, sin duda.
El río Lambrama que nace en las alturas de Queuñapunku, se alía en Ccahuapata, con los riachuelos procedentes de Llakisway y Yucubamba, para trasuntar por más de 30 kilómetros, valle abajo, hasta llegar a Facchac, y sumarse al caudal del Pachachaca, ya en valle abanquino. En su tránsito, capta las aguas de los ríos Atancama, Kisuará, Molino y otros riachuelos de agua dulce y cristalina.
Es un río de aguas libres y saludables, fruto de la erradicación de mineras ilegales que en algún momento pretendieron enquistarse en su curso superior. Esa condición –libre de contaminación- le permite albergar en sus cauces, una potencial riqueza hidrobiológica que es muy bien aprovechada por emprendedores locales.
En la cuenca se han instalado en los últimos años criaderos y granjas familiares de esfuerzo y capital privados, con apoyo del programa estatal Procompite, que están en producción y se encuentran en Lambrama, Atancama, Soccospampa, Suncho, Choccemaray, Marjuni, Cruzpata, Chirhuay, Urpipampa, Caype, Payancca y otras jurisdicciones, que integran a 25 socios. A estas se suman las jaulas municipales instaladas en lagunas altoandinas, con el Programa Nacional de Innovación en Pesca y Acuicultura, que también están en producción.
Lambrama y su recurso hídrico es un gran potencial para emprendimientos como la crianza de truchas. Los mercados locales y, especialmente, los de Abancay, tienen una predilección por la trucha lambramina, que por su sabor y color, es disputada por comerciantes y restaurantes.
Las truchas lambraminas son activas participes de las ferias o festivales que organizan los municipios de Abancay y Lambrama, en los que se comercializa la producción obtenida en los criaderos y en las lagunas. Hay un buen camino para el desarrollo exitoso de las piscigranjas o truchicultura en Lambrama y sus comunidades. Bien por ello.