domingo, 26 de febrero de 2023

Gaviota de Plata para “Puka polleracha”

 Gaviota de Plata para “Puka polleracha”

Escribe, Efraín Gómez Pereira

Warmisitay ataviada con su Puka polleracha, hizo delirar a todos los peruanos, en reciente festival de música más importante de Latinoamérica: Viña del Mar. La pollera roja abanquina grácil, voladora, ensoñadora, enamoradora, carnavalera ha brillado desde Chile para el mundo.

Milena Warthon, nuestra pequeña de 1.53 m de estatura, pero de talla universal, con sangre apurimeña, abanquina, grauina, la ha expuesto en una versión estilizada pero que encaja con nuestra pollera típica, que en estas semanas se luce en el carnaval más alegre del Perú.

Con Warmisitay y su pollera roja abanquina, seguramente la popularidad - que ya es masiva - de la cantautora ganadora de la Gaviota de Plata, crecerá provocando, además de la natural admiración de más seguidores, el encono de otros que respiran envidia, resentimiento, incomprensión que, lamentablemente, domina a muchos nacionales confundidos.


Milena, la Gaviota, la abuela y la Puka Polleracha

A sus 22 años de edad, ha logrado lo que muchos artistas no lo hacen en toda una carrera. Imagen, carisma, dedicación, profesionalismo, atrevimiento, personalidad dinámica la han catapultado a la cima de manera acelerada, inesperada.

En lenguaje comunicacional moderno, el que usa en su diario devenir, Milena es tendencia, se ha hecho viral, frases comunes con las que se relaciona al accionar en redes sociales. Millones de seguidores en TikTok, Facebook, YouTube, Spotify, Instagram, son la evidencia de este fenómeno. Fenómeno del que es responsable la familia entera. Todos involucrados han logrado imponer la marca “Milena Warthon”, y eso es grandioso.

Como apurimeño, como abanquino, que nunca ocultamos ese orgullo de ser piki, aquí o allá, no podemos dejar de valorar el enorme peso que le ha puesto a nuestra cultura andina, a partir de esa relación de amor filial, entre nieta y abuela, haciendo hablar en frases musicales a la pollera abanquina, en ese homenaje a las warmis del Perú, a las de ayer, de hoy y de mañana.


Milena ha dicho antes de los aplausos mundiales: “Hoy cuento mi historia... pero también la historia de Victoria, mi madre, de mis abuelas Teresa y Delia, y de mis tías. La historia de todas las mujeres que me han traído hasta aquí, de todas las cantantes de música andina que ya han recorrido este camino, para dejar la puerta abierta a otras. Hoy cuento la historia de todas mis warmisitas, mis pequeñas, que me han abierto la puerta de sus vidas y hoy saben lo que valen y cantan con el corazón. La historia de toda la gente que me regala día a día su amor incondicional, la de las guerreras de Pata Pata. Hoy cuento la historia de todas las mujeres a las que les dijeron que no podían. Que mi pollerita me dé poder y ustedes la fuerza, dejaré mi corazón en el escenario”.

Siempre por las redes sociales con miles de seguidores, ha continuado publicando sus sueños: “Teresita mira hasta dónde hemos llegado. Desde Apurímac hasta Chile. Teresita nació en Chuquibambilla, Apurímac en el año 1941. Es maestra y madre de seis hijos. Amante de las plantas y la mujer más dulce que conozco. Ella es mi abuelita”. Teresa, la abuela es la imagen que personaliza Warmisitay.

Milena ha contado su historia, que es la historia de muchas mujeres peruanas. Lo cumplió y saludamos ese logro, con orgullo apurimeño, recorriendo las letras de las warmisitas y las pollerachas, que son las joyas que nos ha regalado la Nena del Sur.

Warmisitay: “Esa pollerita roja mira como la menea/ Al ritmo del carnaval se mueve, mueve las caderas/ Esa pollerita te queda tan bonita/ Warmisitay dime a quien vas a enamorar. Date una vuelta, mueve caderas, baila hasta abajo, manos al cielo, ojos caramelo, baila saltando…”

Puka Polleracha: “Yau, yau, Puka polleracha, Imatan ruranki sarai ukupi/ Mamaikimanmi willaykamusaq/ Saray ukupi ruwaskaikita” (Oye, oye, pollerita roja/ Qué haces en mi maizal/ Voy a avisar a tu madre, lo que estás haciendo en mi maizal)

Que tu pollerita roja siga brillando y bailando, y que tu capacidad creadora y valoradora de lo nuestro no decaiga, no se detenga, Milena. Hay mucho que decir y hacer por nuestros pueblos, por nuestras warmisitas y por nuestros qharisitos; por nuestras pollerachas y por nuestros ponchitos. Sin odios, sin enojos; sino con música, con alegría, con la alegría de nuestro carnaval abanquino.


martes, 21 de febrero de 2023

El chuño en un desayuno lambramino

 El chuño en un desayuno lambramino

Escribe, Efraín Gómez Pereira

Un desayuno con “chuño fasi relleno con queso” es una delicia que me traslada a la acogedora cocina de la casa de Tomacucho, en Lambrama de mi infancia. No era de todos los días, sino de ocasiones especiales.

La cocina se afana desde el wallpawaccay o canto del gallo, cuando la energía de Plantawasi inunda de luz artificial calles y viviendas del pueblo, cuyos pobladores saludan las reverberaciones del sol en las laderas brillosas de Apu Chipito, para el inicio de las jornadas diarias. Un pueblo voluntarioso y madrugador.

Escena del tradicional Chuñusaruy o pisa de chuño, en la comunidad campesina de Marjuni. (Imagen captura del Facebook de Bertha Huallpa Serrano)


Una olla grande de barro, redonda y de boca pequeña, un manojo de pancas de choclo, ichu, y una suisuna o mantel blanco, sirven de cama, en espera de un selecto grupo de chuños, que ha reposado en agua corriente durante toda la noche, sacudiéndose de su fuerte olor.

Desde el río, Julia arrastra un balde con un buen lote del deshidratado que se convertirá en un apetitoso desayuno lambramino. Ya sobre el batán, que ocupa un lugar privilegiado en la gran cocina, el chuño es manipulado con envidiable destreza.  Uno a uno pasan de una mano a otra escurriendo el agua que aun retiene. La suisuna juega un papel importante.

Secos y limpios, son cortados en rodajas sin que se abran todas, donde mamá Dora introduce un pedazo de queso seco. Luego, en acto casi ceremonial, pone y superpone los chuños con queso sobre la cama de pancas y paja, los acomoda con suavidad, para que no se dañen, y rocía unas ramas de anís silvestre, que despide un aroma increíble.

La obra de arte es cubierta por la suisuna, sin dejar espacio que filtre aire o agua, y la olla se enfrenta al calor del fogón alimentado por leños secos de unca, tasta y eucalipto, que expelen aromas únicos. Un fuego lento que no queme directamente. El chuño al vapor con relleno de queso en camino.

Mientras se aguarda unos 20 minutos, los platos y tazas de fierro enlozado, el jarrón con café pasado esa misma mañana, el pan común de la panadería Milla, el pocillo con cancha de chulpi, se alistan sobre la gran mesa de madera, donde ávidos estómagos de los hermanos Gómez esperan ansiosos. Un clásico desayuno lambramino.

Apetitosa porción de chuño banco o moraya relleno de queso. (Imagen del Facebook de Percy Flores Escalante) 

El festín es una fiesta sabrosa. Todos han probado chuño con queso. No ha quedado nada en la mesa, ni en la olla. Los menores se levantan, agradecen y se preparan para ir a la escuela. Laureano y Dora, repiten su café cargadito y lo saborean ya en soledad y calma, sin el bullerío de los pikis. Él programando un viaje de negocios por varios días; ella, preocupada porque no falte nada en casa y ordenando los quehaceres de chacras y peones.

¿Y, cómo llegó el chuño hasta la mesa de Tomacucho? Muy niño observé en las pampas de Qelqata, a más de 4000 msnm, cómo las manos y pies callosos de don Jesús Pumapillo –el vaquero de la familia, natural de Marjuni- apoyado por sus hijos y los lambraminos Ángelo, Apolinario y Vidal, más la paciencia y experiencia de Saturnina, Laureana y Julia, cumplían con un ceremonial que data de tiempos remotos: Convertir la papa en chuño.

Durante la cosecha de papa en los tradicionales laimes de Yucubamba, Pukpuka, Kaukara, Llakisway, y otras, se hace una rigurosa selección del tubérculo. Hombres y mujeres con sapiencia en estos menesteres, separan cuidadosamente las papas grandes, medianas y chicas, así como las que no califican en ninguno de esos rangos.

Las grandes y medianas, sanas y bien conservadas, pasan a los cahuitos –tarimas de madera con base de ramas de muña y chachacomo, para alejar insectos o roedores-, desde donde serán utilizados en los siguientes meses, para el alimento diario de la familia. Las papas medianas y chicas, se usarán como semilla que así garantiza la existencia de la variedad, muchas de ellas únicas en su especie. Pueblo conservacionista, por costumbre y tradición.

Las papas de descarte se destinan para hacer chuño. A estas se agregan las wañapapas, especies amargas resistentes a heladas, plagas y enfermedades, y son las más indicadas para su transformación en chuño lambramino. Laureano agregaba papas seleccionadas para sus morayas familiares, para sus desayunos lambraminos.

Papa seleccionada para el procesamiento de chuño en la  comunidad campesina de Marjuni. (Imagen captura del Facebook de Bertha Huallpa Serrano)

En los meses de helada, junio a agosto, se prepara el chuño en las alturas de Lambrama. La papa es extendida en las pampas de la puna, sobre camas de ichu y sobre la misma grama de los campos, que deben estar muy cerca de riachuelos o abastecimiento de agua corriente. La temperatura llega hasta -10 grados en las noches, ideal para el procesamiento del chuño.

 La papa se enfrenta al calor del sol durante el día y al frío gélido de la noche, por dos o tres días. Luego se seleccionan por tamaños y son pisadas en la misma pampa. Un olor agrio fuerte inunda el lugar, la cáscara se desprende de las papas y va adquiriendo otro tono, mientras surgen algunas copitas de cañazo para poner en calor a los pisadores.

La pisa de la papa hace que esta expulse el líquido en el proceso de deshidratación. El siguiente paso consiste en ensacar las papas descascaradas y pisadas, en costales tejidos de lana de oveja y enterrarlas en la corriente del riachuelo, encamadas en ichu y aplastadas por rocas pequeñas, para que el flujo constante del agua limpie el fuerte olor, en 20 a 30 días.

El Chuñusaruy o pisa de chuño, es una fiesta comunal en Marjuni. (Imagen captura del Facebook de Bertha Huallpa Serrano)

Después de ese periodo, los sacos son devueltos al frío de la noche y las papas tendidas para someterse a un nuevo pisado, que eliminará rastros de cáscara y agua. Las papas peladas son expuestas al sol durante otros 20 días, hasta que sequen totalmente. De aquí surge la moraya o chuño blanco, el personaje del desayuno lambramino.

Las papas sin cáscara, negras y arrugaditas, se convertirán en chuño, ideal para sopas o lawas, llenas de energía y nutrientes que los lambraminos conocen. Su transformación es más acelerada pues no requiere el remojo en el agua, sino tras lavarse de manera repetitiva se enjuaga y se seca al sol, ahí mismo, donde se realiza el pisado.

El chuño o moraya, es un natural componente de la dieta lambramina, andina y altiplánica. Es parte importante de la idiosincrasia de los campesinos que la usan desde tiempos remotos como base de su alimentación diaria. Sus componentes aseguran además de nutrición y energía, valores medicinales contra la gastritis y úlceras y otras muchas ventajas y beneficios. A comer chuño, se ha dicho.


domingo, 12 de febrero de 2023

Nilo, el cine de mil recuerdos

 

Nilo, el cine de mil recuerdos

Escribe, Efraín Gómez Pereira

“Turco ratero, devuélveme mi plata” … Que levante la mano quien no coreó este estribillo de manera reiterada, bullanguera y acalorada cuando era un adolescente, piki o joro abanquino. O, mejor, que comparta alguna anécdota juvenil relacionada con este grito del recuerdo que nos lleva a la céntrica calle Arequipa de los años 60 a los 90, en nuestra añorada Abancay.

El grito lanzado en coro musical desafinado, hermanaba a pobres y ricos; grandes y chicos ubicados en las butacas de la exclusiva y discriminadora platea; o en las multibancas de la democrática y popular galería del cine teatro Nilo, el primer escenario cultural de la ciudad, lugar de concentración de abanquinos de todas las condiciones.

La causa para este reclamo bullicioso era que la película que se proyectaba sobre un enorme ecran, se había detenido por alguna falla técnica. La protesta se calmaba solo cuando la cinta volvía a correr y las voces e imágenes –a colores o en blanco y negro- dominaban nuevamente el recinto.

El turco, hombre espigado de tez blanca, muy blanca, algunas veces subía hasta la galería con una vara de madera y una linterna y apuntaba a todos lados, generando un silencio sepulcral. Apenas abandonaba el espacio, la batahola regresaba con más furor.


Fachada actual del edificio que albergaba al cine teatro Nilo. Hoy dedicada al comercio variado.

No recuerdo cuántas veces habré gritado desde la galería o “gallinero”, una andenería de madera sobre madera, hasta donde se ingresaba por una puerta lateral del edificio de dos pisos, subiendo una escalera estrecha, tras entregar el boleto a un encargado, que generalmente era un muchachón negociable. A veces merodeaba “el mudo”, un fortachón de cabello lacio y grasoso que se arrogaba ser el brazo derecho del dueño.

La platea era un espacio más bien conservador, con butacas personales de a seis, en tres filas, que ocupaban todo el primer piso. El acceso era llamativo, con cortinas y mamparas y piso alfombrado, al menos en el hall de ingreso. La tarifa costaba casi el doble de la galería. La pausa –cinco minutos de intermedio- anunciaba la prohibición de fumar en la sala e invitaba al hall para hacerlo.

Pagando, de gorrero o negociando unos centavos con el controlador, tuve ocasión de ver muchas películas de pistoleras, mexicanas, musicales, guerreras, terroríficas, bíblicas, hindúes, “kunfuyadas”, o hasta de “mayores de 21”. Mis vecinos, los hermanos Aedo, mozalbetes como uno, nos franqueaban el libre acceso, la mayoría de veces.

Nicolás Abuhadba Hani, fundador de cine Nilo. Foto archivo de Luis Aguilar Serrano

El cine Nilo era el lugar donde la muchachada abanquina daba rienda suelta a sus expectativas de fin de semana. De lunes a viernes, había funciones de vermut y noche, casi imposible para los escolares. Sábado y domingo, se agregaba matiné, ideal para los joros. Había que juntar sencillos de las propinas si tenías la dicha de que papá o un tío querendón te estire la mano. Los fines de semana también se presentaban programas musicales en vivo, con artistas nacionales de renombre.

Tras gozar casi extasiado la matiné del domingo, teníamos tema de conversación durante la semana. Dependiendo qué peli se había visto, nos convertíamos en el “jovincha” de las coboyadas o el espadachín de las otras, en las que el héroe nunca moría, ni siquiera resultada herido con un rasguño, tras crueles luchas.

Recuerdos, miles de recuerdos. (Foto álbum familiar Abuhadba)

Muchas generaciones de abanquinos, hombres y mujeres, deben tener en memoria, recuerdos gratos vinculados con el cine Nilo. Hoy, al ver su fachada, o fotografías de antaño que circulan en las redes sociales, mostrando la crueldad del abandono al que se ha expuesto, no queda más que pedir perdón a tanta falta de humanidad y rogar que pase algo trascendente para cambiar su rostro.

Galería o "gallinero" del cine, lugar de miles de historias. Foto archivo de Luis Aguilar Serrano

Ese cine de mil historias ha caído en abandono, víctima de la modernización. Tras la muerte de su fundador en 1990, el inmigrante palestino Nicolás Abuhadba Hani, que había llegado con su señora Natividad Sanzur Apuchare, a inicios del siglo XX; las funciones se limitaron a lo básico y la masificación de la televisión alejó al público de esa plaza cultural de diversión. Hoy es un edificio antiguo, declarado Patrimonio Cultural de la Nación y sus áreas céntricas han sido destinadas a comercios de diferente línea.

Platea del cine Nilo. Abandonada a la espera de un milagro. Foto archivo de Luis Aguilar Serrano

Este año se cumple 97 años de la inauguración del cine teatro Nilo de Abancay, y la historia parece haberse estancado, pues desde hace 20 años, que es joya cultural, nadie hace nada por su recuperación. El gobierno regional o la municipalidad provincial deberían asumir ese rol y tras una legal expropiación, hacer los arreglos necesarios y proyectarlo como un lugar de encuentro cultural que tanta falta le hace a nuestra ciudad capital de región.

Ese sería un gran reconocimiento y homenaje al turco más abanquino de los abanquinos, don Nicolás Abuhadba Hani, un gran innovador de sus tiempos, que seguramente, con un eterno cigarrillo en los labios, sonreirá mirando desde la eternidad donde se encuentra, la fachada de piedra de granito labrado que lleva todavía su sello personal: NJA 1926.


jueves, 9 de febrero de 2023

Soy la Queuña lambramina

Soy la Queuña lambramina
Escribe, Efraín Gómez Pereira

Soy la Queuña, especie altoandina de troncos firmes y sedosos, de hojas brillosas; arraigada a las altas punas, donde impera el frío glaciar, los días y las noches heladas, la nieve y los vientos gélidos. Soy la vieja y bella señora de este paraje llamado Queuñapunku, la puerta de la queuña, que une en abrazo eterno a Lambrama con la laguna de Taccata, en homenaje a mi presencia milenaria. 

Soy de este lugar apacible por donde muchas veces has pasado sin siquiera mirarme, a pesar de los silbidos lanzados por mis hojas. Vivo en Queuñapunku, en un pequeño y añejo bosque, con mi familia, entre pajonales y waraccos, a pocos minutos del pueblo de Lambrama. Ahora que la carretera, en nombre del desarrollo, ha violentado mi entorno natural, estoy en grave peligro de desaparecer por la malicia humana. 
Queuña, recurso nativo de importancia. Fotografía de Smith Benites Ferro

Desde siempre he estado aquí, viviendo, creciendo y dando calor y techo a muchos lambraminos que se establecen en las inmediaciones, en hermosas y tradicionales chuklas, jatus, chozas o cabañas con techo de ichu o paja, desde donde cuidan sus riquezas de cuatro patas: las vacas, caballos y ovejas.

Soy leña que alimenta la tullpa o fogón de tus sabores, de tu riqueza, de tu pobreza; soy bastidor, dintel o cumbrera que soporta las capas de ichu compactado que cubre tu choza de los vientos y lluvias, generando un microclima especial que te permite resistir temperaturas extremas, bajo cero, cobijado sobre pellones de pellejos y bajo frazadas multicolores tejidas con lana de ovejas.

Soy parte de tu vida diaria y, a veces, no lo valoras. Soy tu aliado para afrontar el llamado “cambio climático”, soy soporte para las erosiones. Conmigo al costado, de frente o detrás, te tomas fotos con tu familia, porque soy la bella naturaleza. Bajo mis sombras se han consumado amoríos de muchos llactamasis. Ay, si te contara…
Tienes mis sombras para guarecerte del sol serrano y de las lluvias; para hacer cercos donde custodiar a tus animales. Soy lugar adecuado donde akacllos, kentes, pichinkos, hacen sus nidos seguros y confortables. Soy parte de tu vida. Tienes que reconocer mi importancia y trabajar, luchar para que te siga acompañando.

Según mi amigo José Yupanqui Pumapillo, quien ha venido muchas veces a visitarme, a cuidarme, hay necesidad de que mi especie sea parte importante de los programas de reforestación. Ya hay proyectos en 16 comunidades de Lambrama, donde el pino y eucalipto, tienen mayor espacio. Yo estoy en cuarto lugar, después de la tara. Está bien, pero también hay que lograr que se incluya a otras especies como la unca, motoy, tankar, tasta, chachacomo, quisuar que también crecen en alturas, aunque no tanto como yo. 

Es necesario que la comunidad de Lambrama se organice para que cuide mi existencia, así como de otras especies nativas, y no suceda lo que pasó con la unca, que fue depredada para hacer leña, por personas mal informadas y engañadas por otras.

Tienen que cuidar a sus animales, que también son mis amigos, para que no se coman mis brotes, mis hojas en crecimiento e impidan mi desarrollo. Todo debe ser controlado, como antes. Deben levantar cercas para asegurar los plantones sembrados por los programas estatales. Más de cinco mil plantones se han sembrado en las laderas de mis cercanías que van creciendo hermosos, pero necesitan mucho cuidado. 
Un promotor que conozca el manejo de bosques debe encargarse de capacitar y orientar a los comuneros que me miran como un recurso inagotable. Cuidado, que puedo desaparecer por irresponsabilidad del propio hombre.   

Cuidando mi existencia, controlando mi manejo, evitando que abusen de mi pasividad, impidiendo se lleven palos, ramas, hasta mis raíces; seguiremos siendo aliados y garantizaremos que los páramos, los pajonales, los humedales y los nevados de mi entorno sigan generando ambientes donde la vida silvestre y doméstica vayan de la mano. Donde las vizcachas, pumas, zorros, unchuchucas, huallatas, perdices, ajenjos, patos y gallaretas puedan buscar sombra y seguridad.

¿Sabes?, el campesino de estas partes, el poblador que vive en las cabañas cercanas, entiende mi existencia, valora mi importancia. Solo usa de mis partes lo necesario, nunca de más. Somos muy amigos. Los citadinos en cambio, esos que pasan en sus carros o vienen de turistas, nos maltratan, nos dejan sus basuras, se llevan mis ramas juveniles por gusto, hasta se orinan sobre nosotros. No tienen valores.
Ah, me olvidaba. Soy una especie que puedo crecer por encima de los 5000 metros, soy el árbol más resistente al frío. La quema de pastos para “llamar a las lluvias” me afecta demasiado. Hay tarea conjunta para asegurar mi existencia y la de otras especies que viven conmigo, como las yaradas, chachacomos, ichus, sotomas, surfus, jizas. Visítame de vez en cuando, con tu familia y, al conocerme, te enamorarás de la bella naturaleza. Aunque tengo los troncos chuequitos, a causa de los fríos vientos y nevadas que debo soportar, mis abrazos son calurosos, sinceros. Te espero.

Fotografías de Smith Benites Ferro. 

lunes, 6 de febrero de 2023

Don Ángel, Música maestro

Don Ángel: Música, maestro
Escribe, Efraín Gómez Pereira

Tenía diez años de edad, cuando salí de Lambrama, para terminar la primaria en la Gran Unidad Escolar Miguel Grau, de Abancay. Mis hermanos mayores, ya establecidos desde antes, vivían en la avenida Prado, en una casa alquilada, frente a la capilla del Señor de la Caída.

La casa, hasta donde se ingresaba por un enorme portón compartido, tenía un dormitorio grande, una sala-comedor y una cocina separada por un pequeño jardín con árboles de granadas e higos. Nos cobijó por tres años, donde compartimos el calor de hogar, a pesar de la ausencia de mamá Dora, fallecida años antes; y papá que nos visitaba dos a tres veces al mes, para cumplir sus compromisos de pagos, alquileres y alimento de sus hijos.

Contábamos con el apoyo de una empleada de hogar, una buenamoza lambramina, muy joven y pizpireta que, de vez en cuando, nos castigaba con comidas mal cocidas, pues le ganaba la prisa de salir a la calle al encuentro de su enamorado de ocasión.

Allí, en la casa de la capilla, alegramos nuestros años escolares con la amistad de los hijos del dueño de la residencia, un hombre serio, severo, extremadamente disciplinado que, por su talento artístico, era un personaje muy conocido en Abancay, en el colegio Miguel Grau. Su señora, una dama muy activa, atenta y querendona, destacaba en la crianza amorosa de sus hijos. Una familia alegre y bulliciosa.
Don  Ángel, rodeando a la Orquesta Villar (1953). Fotocomposición creada con material del Piki, Luis Aguilar Serrano.

La artesanía en madera, la pintura, la música profesional, la pesca y caza artesanales a la que se dedicaban la mayoría de nuestros vecinos, nos comprometía en algunas ocasiones. Los menores –hijos y nietos- accedían con natural facilidad a los instrumentos musicales, cosa imposible para nosotros.

Los juegos infantiles generalmente centrados en la explanada de la capilla o en los huertos del interior, ocupaban nuestros tiempos de manera privilegiada. La huerta ofrecía frutos variados, a los que teníamos acceso restringido y controlado. Hasta el techo de la cocina caía un ramal de una higuera que en época de fructificación se cargaba del dulce manjar, al que dábamos rienda suelta sin límites, sin horarios, sin control. Había higos hasta el cansancio.

Algunos fines de semana, en patota con los vecinos, hacíamos caminatas hasta más allá de El Arco, con dirección al Ampay, para disfrutar de la frescura de naranjas, duraznos, higos, caña, chirimoyas, luego de ayudar en las labores de limpieza de un fundo prodigioso. Una bella época que ha impregnado un sello imborrable en nuestra memoria.
Ese hombre serio, personaje de esta semblanza era don Angelino Villar Retamozo, don Ángel, el maestro de música, el profesor y director de la banda de música del Miguel Grau, el director de la Orquesta Villar, la primera en su género que hizo historia en Abancay y cuya vigencia permanece hoy en la responsabilidad de sus hijos y nietos. Una familia de grandes músicos. 

Es muy grato recordar a don Ángel, evocando su lento y firme caminar, escuchando su prolongada silbatina para llamar a sus hijos, su serenidad a la hora de los ensayos que cubría de notas de una orquesta multifacética toda la cuadra, la manzana de la residencia. 
Miro imaginariamente los patios del colegio y lo veo apresurado con sus alumnos de todos los niveles, tocando marchas militares, huainos, carnavales; donde trompetas, saxos, clarinetes, tarolas, tambores, bombos, platillos, triángulos sumaban notas cada una en su preciso momento, hasta la creación de una pieza que ganaba aplausos. Otro, otro, otro…

Los desfiles escolares en la avenida Arenas, plaza de Armas, con sus músicos ataviados de guantes y escarpines blancos; las fiestas del fútbol macho de la Copa Perú en el estadio El Olivo, alentando a Unión Grauina, 8 de Octubre, DEA, Bancario o ENMA la Salle, tenían su marca especial con la alegría armada por la batuta musical de Ángel Villar.
Estaba en las reuniones sociales en el Club Unión, en la Sociedad de Artesanos, en las kermeses y serenatas de aniversario de Abancay, de los distritos y de instituciones públicas y privadas; en el cementerio despidiendo en carnavales, a quienes adelantaron. Sin duda, un gran promotor de la abanquinidad, esa condición social y geográfica de la que nos enorgullecemos aquí y allá.

Lo recuerdo compartiendo en su acogedora cocina, generosas porciones de asado de venado que su yerno, el desaparecido Roberto Sauñe -amigo y yunta de mi entrañable tío, Adrián “Maki” Pereyra-, cazaba en las afueras de la ciudad. También como muchos miles de pikis, que hemos sabido gozar de sus trompos de lloque y guarango que eran bien buscados y hacían quedar en ridículo a los coloridos mochancos que se vendían en los bazares del centro de la ciudad.
Mi afecto al recuerdo de don Ángel, a quien le pedimos “música, maestro”, en el abrazo virtual a sus hijos Miguel, Saúl, Vilma, Olga (+), Nilton; su señora Celsa (+) y familiares y amistades que, al leer esta crónica, sonreirán al son de sus memorables sinfonías.

jueves, 2 de febrero de 2023

Cantico, el "arquitecto" de Lambrama

Cantico, el “arquitecto” de Lambrama
Escribe, Efraín Gómez Pereira

“Pueblo chico, infierno grande” expresión popular que grafica un lugar de pocos habitantes, donde todos se conocen y donde los chismes vuelan convirtiéndolo en un real infierno. A contrapelo me atrevo a decir “Pueblo chico, grandes hombres”, en referencia al recuerdo que tengo de mi añorada Lambrama.

Esta cita pongo a colación para rememorar con afecto y cariño a un hombre, lambramino de huesos y tuétanos, que cumple, aun con vitalidad y lucidez, 88 años de edad, como un estandarte de entrega, sencillez y dedicación a su familia, a su pueblo: don Candelario Luna Gamarra.
Candelario Luna, personaje que todo lambramino debe conocer y valorar.

Recuerdo cuando Laureano, mi padre, afanoso por levantar el cerco perimétrico de su huerta ubicada en Ccotomayo, me pide llamar a don Cantico, para que se encargue del trabajo. Eran las cinco de la madrugada y el ambiente musical era orquestado por un envidiable concierto de tuyas, piscalas, pichinkos y chihuacos, encaramados en los eucaliptos, lambras y nogales de la huerta familiar de Tomacucho.

Con mis frescos ocho años, de mala gana salí de los altos, amarrando al paso mi zokro zapato de eterna durabilidad, con mi honda de jebe envuelta en la muñeca de la mano derecha, y enrumbé hacia Allinchuy Pata, donde Candelario residía con su familia, doña Lorenza Huallpa (fallecida en noviembre pasado) y sus siete hijos: los “Canticuchas” José (fallecido), Doris, Evangelina, Teófilo, Rina, Reynaldo y Carlos.
Con Lorenza, su compañera de vida.

Crucé raudo el puente de palos y barro de Chacapata, abrazado por una calle empedrada y viejas paredes de las casas de Santiago Villegas, del turco Tiburcio Sancho, de las tías Tiburcia, Rafaela, Trinidad. La subida de Chimpacalle por el canal de agua que alimenta a la poza de Surupata, me pareció ligero.

Luego vino la serpenteante cuesta del camino de herradura que lleva hasta Marjuni, bordeando el riachuelo Suruhuaycco, cruza los parajes de Kiskapuqru, Gomezmocco, Ccanchirara; envueltos por las faldas laterales de Apu Chipito y K’aukara, hasta llegar a Llakishuay, con su verdor incomparable y su laguna límpida y azul, hoy pródiga en truchas. 

Mi caminata no iba tan lejos, sino hasta el primer asentamiento de viviendas alejadas del centro poblado: Allinchuy Pata, un mirador natural, donde Candelario era el amo y señor de lo inimaginable. Era uno de los hombres más buscados del pueblo, precisamente por su arte que nadie más podía hacer en el entorno comunal.
Artesano y arquitecto, hacia muñecos y kiraus de madera para los Canticuchas. 

Arribé sudoroso y cansado, más por la flojera que por lo pesado del corto tramo, y tras el saludo respetuoso, transmití el encargo. Una rápida mirada en los fueros de la casita de adobe y tejas, me permitió observar un orden envidiable en el interior. Una cama recién en hecha, con frazadas multicolores; dos kiraus de guarango bien lustrosos que colgaban de una pared blanca; un par de sillas talladas, una mesa esquinera; un fogón a punto de prender, y al fondo en el patio que recibe las sombras de Chipito, una carretilla hechiza, toda de madera: obras de Cantico, el arquitecto de Lambrama.
Allinchuy, lo que queda de la casa del personaje de la semblanza.

Estaba de regreso por Chacapata, cuando Cantico atraviesa el puente premunido de un par de tablas, su badilejo, regla y metro de madera, enfundados en una malla de cuero sobre la carretilla que minutos antes había visto en Allinchuy.

La pared de la huerta de Ccotomayo, con puerta de calle, separadores y ventanitas, colindante a las viviendas de Teves, Flores, Ayala, Medrano, Gamarra y Miranda, se levantó en una semana. Las manos diestras de Candelario, con sus trazos aplicados de memoria, acomodaron uno a uno los adobes que él mismo había elaborado, con ayuda de algunos jornaleros. El tramo del cerco que daba a la calle exhibía un techo de tejas rojizas de ocre y arcilla, elaboradas también por las manos hábiles del arquitecto-ingeniero.

Así recuerdo a Cantico, especializado en sus afanes como albañil autodidacta, que era convocado desde otras comarcas para que ponga su huella y calidad. Preparar adobes, tejas y ladrillos; puertas y ventanas para la construcción, era su pasión.

En su casa, que por fuerza natural también era su taller de múltiples oficios, tejía frazadas, llicllas y ponchos; elaboraba con madera rebuscada, bateas, tinyas, pukus, keros, carretillas, pizarras, mangos de picos, lampas y allachus, y era codiciado entre los niños que lo buscaban por sus trompos de madera dura de unca y el guarango.
Con parte de su familia, cuyos hijos y nietos se sienten orgullosos de Cantico. 

Eva, su hija, recuerda que todos los hermanitos tenían sus juguetes propios: muñecas, kiraus, carritos con puertas y ventanas, trompos, farfanchos, que el común de los mortales lambraminos nunca lo tuvo. Una pizarra negra empotrada en la pared, con tizas adaptadas de piedras blancas, hacía de elemento de enseñanza de los Canticuchas. La paciencia del padre era incomparable.

Como arquitecto también era constructor de “carreteras”. En las laderas bajo el Chipito, Candelario diseñaba y construía carreteras angostas con curvas, túneles y puentes, donde sus hijos y amiguitos, jugaban con sus carritos de madera a los Caminos del Inca. Un papá juguetón y amoroso. 

Nuestro afecto a este hombre que es huella viviente en su pueblo. Sus hijos, nietos y bisnietos; sus amigos y paisanos que somos muchos, sonreímos contagiados de la vitalidad de este gran hombre, que todo lambramino de las actuales generaciones debe conocer y valorar. Gracias por todo, Cantico.