lunes, 17 de marzo de 2025

Paseo por la Casa Museo Vargas Llosa

Paseo por la Casa Museo Vargas Llosa

Escribe, Efraín Gómez Pereira

Arequipa es una ciudad de grandes y bellos atractivos para el turismo. La primera cuadra de la avenida Parra, ofrece una singular oferta cultural que todo peruano está en la obligación de visitar y conocer: la Casa Museo Mario Vargas Llosa.

El propio Nobel de Literatura “nos recibe” con un mensaje motivador en holograma: “Bienvenidos a este museo virtual. En esta casa nací y aquí pasé mi primer año de vida junto a mi madre y mi familia materna. Y aquí está reunida, en una animada síntesis, toda mi trayectoria de escritor. Espero que esta visita sirva para que me conozcan mejor y nos hagamos amigos”.

Apenas ingresado al primer salón del segundo piso de la vivienda convertida en museo, destrabo mi equivocada idea de que me toparía con una colección acumulada de libros, colecciones y recuerdos del escritor.


La Casa Museo, es más, mucho más. Un trabajo de refacción de la vivienda realizado por el gobierno regional de Arequipa, con apoyo privado y del propio Vargas Llosa, permite recrear la vida del escritor en una visita guiada de dos horas, por más de quince ambientes perfectamente acondicionados y adecuados con cada etapa de la existencia de Mario, de sus obras y sus logros. Videos interactivos y la explicación de una guía hacen del recorrido un paseo recreativo y emotivo.

El cuarto del abuelo, donde nació el Nobel, nos adentra a la intimidad familiar del laureado y nos arrastra en un recorrido pausado, acompañado de la voz de Mario y la de un narrador en off, a los años iniciales de su pasión por la escritura, el periodismo, los desencantos familiares, el abandono de su padre, sus sueños y desvelos, sus amores, su tía, su prima.


Los manuscritos de sus obras, sus libros originales, fotografías, recortes de periódicos, objetos personales, diplomas, medallas y reconocimientos de una serie de entidades, organizaciones y países, destacan en cada paso de los diferentes ambientes. La mayoría de estos documentos y muestras son originales, lo que le da un peso especial de valoración.

Hay una recreación en video de diferentes aspectos de la vida del escritor. Su niñez, la escuela, Cochabamba, Piura, Barranco, Lima, Arequipa se presentan con aspectos personales poco conocidos. Su paso por el colegio militar Leoncio Prado y la universidad San Marcos, que dejaron marcas indelebles en su personalidad, se recrean con especial connotación. 

Sus apuros económicos en Europa, sus trabajos ocasionales para solventar a su familia, sus afanes polemistas con otros escritores de la época. Paris, Barcelona, son recogidas en fotografías y videos, permitiendo conocer al Vargas Llosa estudioso, dedicado y encumbrado.  

Su desencanto del comunismo y ruptura con Cuba, sus afanes políticos, sus relaciones personales y profesionales, sus amistades con personalidades de todo el mundo se presentan con naturalidad.


El paseo es gratificante y enriquecedor que nos permite conocer a nuestro mayor escritor en sus facetas de personaje público y con vida privada que no difiere de la del común de los mortales, de las mayorías, con fracasos y logros, con sueños y desencantos.

La visita se cierra con un extracto del discurso del Premio Nobel en holograma, precisamente agradeciendo la entrega del mayor galardón de la literatura, sobre un atril donde descansa una réplica de la medalla universal que recibió en el 2010, en Estocolmo, Suecia.

La Casa Museo Mario Vargas Llosa, ubicada a pocos minutos de la plaza de Armas de Arequipa está muy bien conservada y es administrada por el gobierno Regional. Es un lugar que merece no solo la valoración y el cariño de los extraños, de los foráneos o de quienes aman la lectura; sino de los propios arequipeños que deberían dinamizar su existencia visitándola, abrumándola con la presencia masiva niños y jóvenes, de estudiantes y, de esa manera, conocer a nuestro gran escritor de quien los peruanos nos sentimos orgullosos. 






lunes, 10 de marzo de 2025

La chiririnka malagüera

La chiririnka malagüera 
Escribe, Efrain Gómez Pereira

Doña Ceferina delgada, esbelta y qalachaki achina los ojos, empuja su sombrero avejentado haciendo puño con la mano derecha, y trata de ubicar de dónde proviene el molesto zumbido. La pared de piedra y cal de su pequeña y acogedora habitación captura la iluminación del brillo solar del mediodía lambramino. 

De pronto un moscón grandote, negro y de vivos verdosos, levanta vuelo desde un resquicio de la pared, con la intención de posarse sobre su sombrero. El clásico e inconfundible “chirchir” del zumbido incomoda a la mujer que se pone sobre aviso.

La vieja une las manos y hace la señal de la cruz con prisa y temor, advirtiendo que la chiririnka -mosca negra y grande- trae un mensaje de muerte. “Kakallau caraju, pitaq huañukunqa”, exclama mascullando sus palabras.

Con la rapidez que su físico le permite coge la pichana de ichu que está tirada en el piso, sobre un apilado pequeño de leños secos y la abanica sobre su cabeza espantando a la fea intrusa, a la portadora de malas noticias, a la mosca malagüera.

La chiririnka es alcanzada por el latigazo del ichu y cae delante de Ceferina. Antes que reaccione, es recogida con la mano y arrojada al fuego de la tullpa, que abraza una olla de barro llena de maíz mote paraccay. Una ligera explosión se escucha al chirriar el insecto con el fuego.

Dominada por su creencia, que es común en toda la población lambramina, la vecina de Tomacucho, rocía agua en la tullpa para apagar el fuego. Recoge las cenizas y las arroja al huerto de asnapas, sobre un bosquecillo de rudas olorosas que rodea la pequeña vivienda. Se trata de alejar a la mala suerte. Coloca nuevos leños que se encienden con alguna braza que aun queda entre las piedras de la qoncha, avivada por el aire soplado desde una fukuna lustrosa de carrizo añejo.
Chiririnka (foto captura de Internet)

Al deshacerse de las cenizas, donde están los restos de la chiririnka, se dice que desvía el mal de su entorno, de su familia, de su casa, de su vecindad. Ceferina respira con tranquilidad y reinicia sus labores habituales. Pero al “anuncio de la muerte” le deja un sinsabor de preocupación. 

En uno o dos días, según sus creencias, el tañer de las viejas campañas de San Blas, harán sonar el Chincapun, que es la melodía del adiós a los lambraminos que parten al viaje sin retorno.

En Lambrama y en muchos pueblos andinos, la creencia popular relaciona a la chiririnka con la muerte, con el presagio de la muerte. Mito o creencia, es una realidad cultural, que acompañaba a Ceferina y los lambraminos, desde sus antepasados y seguramente a sus descendientes.

La sola presencia del zumbido característico del moscón, más aún si es de noche -cosa inusual para estos insectos- pone en alerta al entorno familiar. Temor y preocupación se juntan entre ellos sin que nadie atine a expresarlo. 

Otra versión mítica sobre esta mosca es que cuando se aparece en un velorio o un sepelio aleteando y dándose de cabezazos contra las paredes, se dice que el espíritu del muerto se presenta para despedirse de sus seres queridos. Aun así, es espantada lejos de la presencia de los dolientes.

Las coincidencias existen y si no las hay, se acomodan de tal forma que la creencia popular se mantiene vigente. Estudios y tratados etnológicos mencionan a la chiririnka como un fenómeno social y cultural de los pueblos andinos, que se arrastra desde tiempos milenarios y persistirá mientras las creencias, las costumbres populares se transmitan de boca en boca, de generación en generación.

También en Lambrama las creencias que anuncian o presagian la muerte de un familiar, un paisano está relacionada al graznido del búho o paca-paca, que lanza posado -cosa inusual- en la copa de un eucalipto, lambras u otro árbol de las inmediaciones. Un hondazo que arroja una piedra para espantar al ave nocturna es la reacción natural. Hay que alejar a la muerte.

El ladrido prolongado de un perro, extremadamente prolongado y monótono, estirando el pescuezo hacia arriba, como queriendo mirar el cielo o las nubes, es otra creencia que los lambraminos relacionan con la muerte.

Algunas veces una mosca grande, una chiririnka, se aparece en casa de Chorrillos, golpeando paredes y ventanales con su chirriar característico y es inevitable, para un lambramino ilustrado, poco creyente en supersticiones, pensar en el “mensajero de la muerte” y su presencia maligna, y con la prisa necesaria, aleja al intruso con un matamoscas o un periodicazo.

domingo, 2 de marzo de 2025

Los pinceles de Ana Gutiérrez Ludeña

Los pinceles de Ana Gutiérrez Ludeña
Escribe, Efrain Gómez Pereira
 
“Nadie nace sabiendo” o “Nunca es tarde para aprender” son frases que escuchamos desde siempre y seguramente se aplican a nuestro diario existir, a nuestro entorno, o tal vez no. 

¿Se puede iniciar un oficio, una carrera exitosa y satisfactoria basada en estas máximas? Habría que dotarla de algunos elementos sustantivos que la hagan posible: tiempo, dedicación, recursos y, sobre todo, pasión.

Debe haber muchos casos o ejemplos de estas experiencias. Cantantes, músicos, escritores, actores que han alcanzado la cima más allá de sus propias expectativas y, muchos de ellos, sin acartonarse en los parámetros establecidos, sin una carrera o título académico; sino producto de sus propias experiencias y capacidades: autodidactas.
Es el caso de Ana Gutiérrez Ludeña, artista autodidacta, profesora natural de Talavera, distrito de Andahuaylas, que sorprende a propios y extraños con su primera muestra individual de Óleo sobre Lienzo, que se exhibe hasta el 15 de marzo, en la galería del municipio provincial de Cusco. Un gran salto que estaba lejos de su imaginario.

Ana cogió su primer pincel destinado a rasguñar bocetos en serio, a los sesenta años, motivada por una amiga que vio su potencial innato. Desde entonces, hace seis, no se detiene. Pinceles, acuarelas, oleos, taburetes, telas, bastidores son ahora elementos consustanciales de su existencia, de su día a día. “Es mi pasión”, afirma categórica.

En julio del año pasado, acarició el cielo azul de su tierra, Talavera, al presentar una muestra seleccionada de sus primeras mejores obras, captando la atención, el interés y los elogios de sus paisanos. Una experiencia que la empujó a seguir trazando y creando lienzos de distintas motivaciones en las que priman los paisajes andinos, los rostros de mujeres y niños, con sus vestimentas naturales que brillan de colores y calor.
“Practico mucho y me gusta. El espacio dedicado en mi casa es un laboratorio privado que es respetado por mi entorno familiar” señala a tiempo de advertir que el acabado de los rostros en sus cuadros, que transmiten gestos muy particulares, es lo que más demora. Es un tema de permanente afinamiento que le da personalidad e identidad a sus trabajos.

Algunas de las obras que postea a través de su cuenta del Facebook, transmiten un efecto de singularidad humana que sobrecoge a quien las observa con detenimiento. Hay pinturas que se han vendido en Cusco, Lima, Arequipa y fuera de fronteras peruanas; en España, Argentina, Bélgica.  

Ana Gutiérrez Ludeña, jubilada y abuela, recuerda sus inicios con algo de melancolía. “Mis bocetos eran simples, básicos y las hacía como jugando, para pasar el tiempo”, rememora. Su amiga fue incisiva en abrir su horizonte. “Con lo que sabes hacer, lo harás fácil”, le dijo al momento de comprar sus primeros colores y un tablero de mezclas para principiante, que la mantiene en custodia como riqueza invalorable. Un recuerdo personal que “heredará” alguno de sus hijos, quienes son sus principales críticos y admiradores.

¿Qué hay para más adelante?, pues seguir pintando con pasión, captando imágenes que hablen por sí solas, que sacudan emociones, que inviten a mirarlas con detenimiento, ya sea en el Facebook, en un escaparate o en una galería.

De hecho, ya tiene confirmada una exposición más amplia en el municipio provincial de Cusco, durante todo el mes de julio próximo. Una interesante oportunidad para conocer el trabajo de una pintora que pinta soñando y sueña pintando.