sábado, 24 de diciembre de 2022

Una sonrisa navideña en Chirhuay

Una sonrisa navideña en Chirhuay

Escribe, Efraín Gómez Pereira

¿Cómo sacarle una sonrisa a un niño de zonas rurales, en quien muchas veces nadie repara, no reparamos? ¿Un chiste, una cosquilla, otra sonrisa? Noel León Echegaray, lambramino de Chirhuay, tiene la clave: Amor, afecto y abrazos acompañados de un regalo navideño.

Esa clave se repitió el domingo pasado, por quinto año consecutivo, en la antigua y aún vigente casa hacienda de la familia León, en Chirhuay, hermoso y pintoresco paraje ubicado en la ruta carretera que une Abancay con Lambrama, donde se desarrolló la Navidad del Niño Lambramino.
Niños lambraminos sonriendo por Navidad, con la familia León. 

Todo estaba programado con mucha antelación. Los regalos enviados desde Lima, por un dinámico, entusiasta y comprometido Franklin, los ajetreos para hacer las canastas con juguetes, regalos, panetones, chocolatadas, a cargo de Iván y Noel, primos más que primos, hermanos, causas; la alegría de los payasos, la custodia policial, todo estaba garantizado. 

Los hermanos León Pareja y León Echegaray, cada uno con sus respectivas proles de hijos, sobrinos, primos, amigos, sumando ganas y voluntad para que la Navidad del Niño Lambramino se desarrolle en calor festivo en las intimidades de la casa hacienda. Chirhuay ya estaba en los planes navideños de la familia León, antes que las bullas políticas alteraran muchas actividades. Ningún paro o bloqueo de carreteras podía detener ese compromiso felino. Y así fue.

“En medio de la incertidumbre política, mientras hay un descanso de gritos exaltados y violencia; en Chirhuay la familia León, recibió con entusiasmo a los niños de Sunchu, Soccospampa, Urpipampa, Siusay y poblados aledaños, para darles alegría, sonrisas y esperanzas. Con satisfacción en nuestros corazones, vimos muchas caritas de felicidad, llenas de esperanza y amor con la ilusión por la llegada de nuestro Niño Dios…”, resume Noel, el entusiasmo familiar.
Los promotores, por quinto año consecutivo. 

Destacamos este ejemplo de solidaridad empujado por el desprendimiento de una familia que no olvida sus raíces, su pasado. Es, sin duda, una lección y homenaje a las enseñanzas del patriarca Máximo León Pinto, el inolvidable abuelo que hizo de Chirhuay, una posada para la familia, para el andariego, para el vecino, de eso hace varias décadas. La casa hacienda está en proceso de rehabilitación para que, conservando su arquitectura original, se recupere no solo para la familia, sino para todo aquel que busca conocer la historia, el pasado.

Este gesto navideño de los León en Chirhuay, también se repite con otras familias lambraminas, que con la misma intención de sacarle una sonrisa al niño de su pueblo, convoca y organiza chocolatadas y entrega de regalos, en diferentes comunidades de Lambrama.
Los Leones de Chirhuay en Lambrama 

Chirhuay no solo es el sello-escudo de una respetada y reconocida familia que desde inicios de los años 1900 afincó en esa belleza natural, rodeada de bosques de retamas y eucaliptos y matizada con los cantos sonoros de las aguas cristalinas del río Lambrama; es también foco central de una estrofa del huaino “Candadito”, que viene a ser el himno de los lambraminos: “Kantak kanki triguchamanta, ñokatak kasak cevadamanta… Kuska, kuska purachallata, Chirhuay molino, kutallahuasun”.

El huaino evoca a una reliquia pétrea ubicada en el punto que hoy se denomina precisamente Molino, que antes estaba dentro de los linderos de la hacienda. El molino de Chirhuay es por hoy, solo canción hecha huaino. Nadie sabe dónde se encuentra. Talvez atrasada por algún inescrupuloso que lo enajenó, o talvez enterrado bajo tierra y piedras del olvido.
Tarea para los Leones y para los lambraminos que aman su tierra, poner en agenda la búsqueda de esa riqueza cultural, de valor terráqueo y sentimental, pero también de peso histórico y cultural. Ojalá alguna autoridad comunal o edilicia se apunte en esta tarea que podría tener un final feliz. Mientras tanto, sigamos el tono de “Candadito”, con el dúo Lambralma, de Dino Pereyra y el desaparecido y recordado Lucas Molina.

martes, 6 de diciembre de 2022

Honorato, el "embajador" de Lambrama

Honorato, el “embajador” de Lambrama
Escribe Efraín Gómez Pereira

Hace más de seis décadas, en Tomacucho, tradicional barrio de Lambrama, nacía quien se convertiría en comprometido periodista y escritor de su pueblo. Ese mismo año, un mozalbete impetuoso con una carga de esperanzas, con ilusionados 18 años de edad, llegaba a Lima, al barrio Caja de Agua, en San Juan de Lurigancho, cuando era apenas un bosquejo de asentamiento humano plagado de esteras y sueños de provincianos atrevidos.

Efraín y Honorato – Honorato y Efraín, sesentón y ochentón, periodista y embajador, se conocieron en un domingo de fiesta navideña convocada, tras la pausa obligada por la pandemia, por la dirigencia de los residentes y el club Amigos Unidos, integrado por lambraminos e hijos de lambraminos que radican en la ciudad capital.
Honorato, embajador lambramino en Lima

Llamó la atención que los organizadores de la cita distritana, rindan homenaje a Honorato entregándole una fotografía enmarcada en un cuadro y un polo distintivo del club deportivo, liderado por el pasqueño (lambramino por derecho) Faustino Ramos Valer, entusiasta motivador de jornadas deportivas que hermana a los lambraminos limeños. En la reunión se compartió chocolatada, panetón, canastas y una sustanciosa pachamanca entre los asistentes.

Con 82 años bien vividos, Honorato Barahona Ccanre, lambramino del barrio de Pampacalle, era reconocido por haber sido uno de los promotores, gestores y líderes de las organizaciones locales, sociales, deportivas y culturales de paisanos en Lima, y a quien muchas generaciones le prodigan respeto como al hermano mayor, al guía que supo encaminar no solo a su familia de seis hijos, nietos y bisnietos, sino a numerosos llactamasis afincados con penurias y esfuerzos en esta Lima de todas las sangres.

Zoilo Gamarra Espinoza, se refiere a Honorato como el embajador natural de Lambrama en Lima. Su vivienda, una modesta casa levantada entre las primigenias rocas de Caja de Agua, era centro de llegada, hotel, alojamiento temporal o pasajero de lambraminos, que como el propio Honorato, llegaban a Lima, en busca de coronar sus propios sueños.
Lambraminos en Lima, colonia siempre unidos y solidarios.

Honorato debe ser, es de los primeros lambraminos que llegó a Lima para asentar una familia, haciendo de su residencia una especie de consulado para quienes siguieron su ruta. Caja de Agua era el centro de operaciones para los recién llegados, jóvenes sin formación educativa o con estudios de primaria inconclusos, en su mayoría jalados por sus propios familiares o amigos de generación. 

De ahí saltaban a buscar el sustento necesario en los barrios de Lima, en el Parque Universitario, en la Plaza Unión, avenida Abancay, mercados y paraditas de distritos y barrios periféricos. 

En la casa o embajada de Caja de Agua, se consolidaron muchas parejas de lambraminos, convirtiéndose Honorato en “padrino de facto” de algunas de ellas. Las uniones matrimoniales se sellaban con cajas de cerveza y comilonas sin límites. Otros tiempos, sin duda.

Años después, sería Puente Nuevo, también en San Juan de Lurigancho, el nuevo escenario de la concentración de una gran colonia de lambraminos establecidos, rememora Zoilo, quien también es otro pionero emprendedor exitoso en Lima.

Esos lambraminos han forjado proles, generaciones de hombres y mujeres, que mantienen emotivo arraigo con el lugar de origen de sus padres: Lambrama. Viven Lambrama cada vez que se pueda, en reuniones familiares, cumpleaños, bodas, encuentros deportivos, carnavales, en sabor a chicha, caldos, chuño, cuyes y, sobre todo, el calor inconmensurable de la sincera amistad.

En silla de ruedas, apoyado con la mano amorosa de una de sus hijas, Honorato, el viejo T’asta lambramino, que nos regala una mirada de Neruda, sonríe y agradece la deferencia y degusta una cerveza helada en vaso descartable. “Por qué a mí”, se cuestiona con humidad y sigue sonriendo.

Con voz temblorosa y ronca, responde mirando hacia arriba, que extraña a su Rosa de toda la vida. Su esposa y amiga, la madre de sus hijos, Rosa Sánchez Ventura, también lambramina, la dejó en dolor y recuerdos, durante la pandemia.

“Quisiera ir a Lambrama, a comer quesillo, chuño, ccollapapa y mirar las chacras, disfrutar del aroma de los eucaliptos y cumayos, de la tierra mojada por la lluvia, de la sombra del Chipito; y, por qué no, buscar alguna pashña”, bromea soltando una carcajada apretada que se confunde con las risas de los vecinos. Su hija lo mira y frota con delicadeza su cabeza que expone una notable calva.
Zoilo y Remigio, lambraminos celebrando Navidad. 

Con Honorato existe una legión de viejos lambraminos que hace sesenta, cincuenta o cuarenta años, echaron raíces en Lima, en San Juan, Comas, Villa El Salvador, Pamplona, Villa María, Ate. Muchos de ellos ya no están con nosotros. Han dejado otra legión de hijos y nietos, muchos destacados profesionales, empresarios que miran a los cerros San Cosme y San Cristóbal, y hacen la t’inka, imaginando que están ante el Apu Chipito o K’aukara.

Salud por Honorato y todos los Honoratos que han dejado huella entre los lambraminos.