Efraín Gómez Pereira
La actual emergencia que se vive el mundo y el Perú, a causa de la pandemia por coronavirus, con registro masivo de contagiados y muertes, genera también problemas económicos y sociales que serán arrastrados por mucho tiempo.
Hay sectores vitales que son afectados con severidad, como la agricultura familiar, que en el país involucra a más de dos millones de unidades productivas gestados por micro y pequeños propietarios.
Los centros poblados rurales, las comunidades campesinas y nativas, forman parte de un foco social y económico aun no considerado por la atención de las autoridades.
El retorno humanitario obligado por la necesidad de miles de provincianos afincados en Lima y otras grandes ciudades, es la evidencia de que las brechas son inmensas, las necesidades diferentes.
Los pueblos del interior vienen acogiendo, previa cuarentena organizada o improvisada en muchos casos, a miles de sus hijos, que en la ciudad capital no la estaban pasando bien.
Despedidos de sus trabajos, sin oportunidad para el comercio ambulatorio, jubilados o pensionistas, jóvenes con sueños y esperanzas cerradas; sin acceso a los bonos ni canastas, menos a los retiros de CTS y AFP, que les son ajenos; han optado por la mejor vía hacia la sobrevivencia: el retorno.
En sus pueblos, lejos de la urbe metropolitana habitada por millones de peruanos de todas las sangres y donde nadie te alcanza un vaso con agua; los “retornantes” tendrán que acomodarse a una nueva realidad que es, en realidad, el retorno a su infancia o adolescencia. A sus orígenes, sus raíces, su cultura, sus costumbres.
Para los más, la agricultura de subsistencia, la crianza de animales menores y vacunos criollos, la vida comunal, el empleo informal y esporádico; serán el escenario productivo que les permita subsistir y, de ser posible, generar ingresos.
Es claro que muchos de estos retornantes van con una gran ventaja, que debe ser evaluada, aprovechada y sopesada. Tienen educación y mejores conocimientos de la realidad, mayor capacidad para la organización y liderazgo, mente abierta, atrevimiento político, manejan redes sociales, que les permitirá, en muchos casos, hacerse autoridades comunales o distritales.
Además, tienen familiares o contactos en Lima, en las grandes ciudades. Estas ventajas sumadas a la sapiencia ancestral, a las tradiciones arraigadas en cada uno de los lugareños, sus padres o abuelos, sus hermanos mayores; será la alianza perfecta que se debe viabilizar para impulsar un gran motor.
El retorno obligado por el coronavirus, puede estar incubando una nueva generación de gestores comunales en los centros poblados y distritos rurales. Hay que mirarlos, acompañarlos y apoyarlos. Ojalá sea así.