lunes, 9 de septiembre de 2024

María y Margarita, niñas emprendedoras

María y Margarita, niñas emprendedoras
Escribe, Efraín Gómez Pereira

En el área rural del Perú, según la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) realizada por el Instituto Nacional de Estadística e Informática, al IV trimestre del año 2023, la población adolescente de 14 a 17 años que estudia y trabaja llegó a 30.3%, mientras que en la zona urbana esta cifra fue de 7,2%. Datos que corresponden a hogares en pobreza y que pintan una realidad que requiere atención. 

Los menores, además de asistir a clases, dedican parte de su tiempo en ayudar a sus padres o familiares en un negocio, labores domésticas, ventas callejeras, pastoreo o actividades en las chacras. También lavando carros, lustrando calzados y otras. Tareas que no tienen compensación económica. Son para “ayudar en casa”.

En nuestros pueblos andinos, caso específico en Lambrama, hemos visto desde siempre que la transformación del niño en adolescente va de la mano con la “responsabilidad” del menor, en ser parte de la fuerza laboral de la familia. Es una necesidad natural “obligada” por la propia realidad del hogar, generalmente en pobreza o pobreza extrema.
Emprendedoras lambraminas, estudian y trabajan.

 Isabel Ccanri Castro y Flor Margarita Huallpa Chipana, son escolares lambraminas de 12 años, que forman parte de estas estadísticas y que llaman la atención, porque han dado un paso atrevido al apostar por un emprendimiento en sociedad, en un pueblo donde el mercado de consumidores es relativamente bajo.

Amigas de colegio y vecinas del barrio Libertadores, estas niñas emprendedoras, empezaron su “experiencia empresarial” ofreciendo mazamorra y gelatina en bolsitas o vasos descartables a los transeúntes, pasajeros en ruta, y a sus propios compañeros de colegio.
 
Como las otras niñas y niños de la escuela y colegio, María y Margarita también son parte laboral de las actividades productivas de sus padres en las crianzas familiares, en las chacras de maíz, en los laimes donde se desviven por pasar los vasos de chicha entre los jornaleros; claro, además de jalar las champas de grama en los choqe tikray de papa o tirar las semillas en las siembras.

Una mañana se toparon con el rostro de la solidaridad, cuando ofrecieron una bolsita con gelatina a don Amadeo Vera Milla, exitoso empresario lambramino radicado en Cusco y que se encontraba de visita en su tierra natal. Mirando en retrospectiva su infancia en Qotomayo, con el recuerdo de altas y bajas, penurias y alegrías, Amadeo vio en el rostro de las niñas su propio pasado, con sus ansias de ayudar a sus padres y abuelos.

Sin pensarlo dos veces ofreció ayudarlas a cambio de una promesa: “No deben dejar el estudio y obtener buenos promedios”. Las niñas se miraron sonrojadas y asintieron con seguridad. “Sí padrino, gracias” expresaron en coro. La perspectiva del apoyo es de cinco años, hasta que las socias culminen la secundaria –en la actualidad están en primero de media- y se conviertan en prospectos de estudiantes universitarias y tengan en el negocio propio una visión de ingreso alternativo.

María y Margarita, ya recibieron los elementos necesarios para impulsar su negocio, ya no solo de gelatinas y mazamorras, sino de implementar un cafetín en un local alquilado en la misma plaza del pueblo. Cocinas, teteras, termos, tazas, jarras, vasos, cochecito, mesas donados por Amadeo. “Atenderemos en las mañanas, pues en las tardes estudiamos”, señala María con firmeza y segura que les irá bien.
 
Ángel y Paulina, padres de María Isabel; y, Vicente y Doris, de Flor Margarita, confían en sus menores hijas y les han dado todo el respaldo y confianza. Amadeo, que las visitará eventualmente, es un convencido que cualquier apoyo, por poco que sea, es un motor que impulsa iniciativas y sueños.

María y Margarita viven una realidad, viven un sueño y, en su aún niñez, asumen una responsabilidad que esperan sea contagiosa y motivadora para su generación. “Estudiar es un privilegio y trabajar para ayudar a la familia, un premio” afirma María Isabel, quien se ve de aquí a un lustro, paseando por aulas universitarias haciendo su propia carrera, logrando una profesión y, sobre todo, ayudando a otros, como lo hacen con ella.