Cuando los amigos se encuentran
Escribe, Efraín Gómez Pereira
Un abrazo después de 48 años, es un abrazo que no tiene explicaciones. Es un pleno de emociones y sentimientos, de llantos contenidos y de miradas cálidas que nos hacen retroceder, de manera inevitable, en el tiempo. Un lejano tiempo que llega con mucho más que palabras y preguntas.
Un abrazo que nos envolvió en una tarde sabatina llena de anécdotas, recuerdos y actualización de agendas personales.
Seis amigos de adolescencia abanquina, miguelgrauina, nos encontramos en Lima, después de lustros y décadas, todos con el semblante cambiado por el paso y peso de los años, con abundancia de canas, algunas arrugas, unos ya abuelos; pero todos con el común denominador de la alegría por el encuentro, gestado a raíz de la visita de uno del grupo, que radica desde hace mucho en Europa.
José Luis Miranda, Raúl Castillo, José Luis Saavedra, Mauricio Echegaray y Efraín Gómez, abanquinos pikis, sesentones de la promoción 75, de la GUE Miguel Grau, armamos una collera de patas para darle la bienvenida a Percy Flores, ilustre palpacachino, que horas después volaba a España, a reanudar su vida familiar y laboral.
Cada uno en su momento puso en conocimiento de todos, en qué estaba. Todos profesionales bien logrados, con proyectos vigentes, alguno con la pausa de la condición de pensionista, otro todavía con la preocupación del día a día.
Todos, sin embargo, orgullosos de su familia, de sus padres aún vivos, de sus hijos, de sus nietos, de su propia vida.
La mesa que se explayada con el ceviche, mariscos y pescados chorrillanos, rociada de cusqueñas de Trigo, bien heladas, nos soportó por más de cuatro horas de charlas que nos trasladaron a las aulas de Chinchichaca, a recordar a los amigos, a los maestros, a las santarrosinas, a las calles de la bella ciudad de Abancay.
A rememorar los trabajos en grupo, de las visitas de la biblioteca comunal, a los paseos de fines de semana, a los primeros avatares en las cosas del amor, a las escapadas chicheras en Tamburco hasta “bajar banderas”, a los sueños y deseos no cumplidos “porque éramos muy inocentes”.
Una botella de Chivas, compartida por la generosidad de Percy, acarameló aún más la tarde limeña, y nos liberó de prejuicios para ensayar desde nuestra propia realidad, experiencias personales en materia de salud.
Surgieron, entonces, las recomendaciones de medicina natural para afrontar el sobrepeso, la diabetes, los cálculos, las hemorroides, los preinfartos, y todos los “itis” imaginables, “porque a esta edad ya no se debe jugar con la salud”.
El encuentro de amigos tuvo la libertad de liberarnos de taras y vacíos de adolescencia y juventud, y nos permitió desatar cabos que en su momento eran infranqueables. Así confirmamos muchas “sospechas” y ratificamos que nuestra amistad de hace más de cuarentiocho años, perdura y perdurará en el tiempo.
Confiamos que en octubre próximo o en las Bodas de Plata de la Promoción 75, el abrazo se repita con el mismo entusiasmo y sentimiento en Abancay, punto de encuentro programado. Así sea. Así será.