Zenón y Antero, lambraminos en Cañete
Escribe, Efraín Gómez Pereira
Convocados para la celebración de los 88 años del lambramino, Zenón Constantino Gómez Chuima, recalamos en numerosa y festiva caravana familiar, en sus predios de Puente Clarita, en San Vicente de Cañete.
Ocasión muy especial para sentir la conjunción de emociones y afecto filial entre hermanos, hijos, primos, sobrinos, nietos; muchos de los cuales se conocían por primera vez.
El abrazo afectuoso, emotivo y muy sentido entre los veteranos hermanos Zenón y Antero Gómez Chuima, últimos estandartes de la importante casta Gómez Chuima, de Lambrama, fue sentido con la misma emoción por sus hijos, nietos y sobrinos, matizados por nostálgicos huainos, pegajosas cumbias y acaramelados valses y boleros, que no cesaban de sonar desde un moderno equipo digital.
Zenón y Antero, hermanos de los ya desaparecidos Gregorio, Laureano y Andrés, son cañetanos de sangre lambramina, afincados en ese hermoso valle limeño desde hace varias décadas.
Ahí, en ese pedazo de tierra calurosa, fértil y generosa, regada con aguas permanentes de un río camaronero; que les brindó cosechas variadas de frutales, tubérculos y otros cultivos, así como ejemplares de ganadería lechera y de carne, Zenón y Antero, han forjado sus propias familias. Dos troncos enraizados en forma paralela.
Sus hijos y nietos, comparten los mismos aires, los mismos vientos, las mismas alegrías y esperanzas de una vida rural, muy cercana a la gran ciudad. La mayoría de ellos son vecinos como lo fueron sus padres en Lambrama de antaño.
Con el respaldo de quienes ya pintan canas y lucen sus orgullosas arrugas de la experiencia, y con la responsabilidad propia de las nuevas generaciones, estos vecinos de Puente Clarita, van horneando un modelo de vida acorde a las actuales demandas.
Las casitas de quincha, barro y estera –sin luz ni agua potable- que los cobijaron en sus inicios de sacrificio familiar, han dado paso a construcciones modernas y confortables donde los “viejos” pueden andar a sus anchas, y, los jóvenes, hacerlos con la cotidianeidad de los fines de semana.
Las proles de Zenón y Flor; y de Antero y Rosa, son hombres y mujeres de bien. Profesionales calificados, empresarios cuajados, hijos responsables y padres como sus padres. Cosecha de las buenas.
Compartir con ellos, con sus hijos, fue gratificante. Escuchar discursos y propuestas cuajadas en base al conocimiento, madurez y experiencia –a pesar de la juventud de muchos de ellos-, nos hizo ver que hay un futuro asegurado en la familia.
Conocer sobrinos nuevos a quienes prodigar afecto filial, es un compromiso que asumimos de manera taxativa, con el reto de hacer de ese pedazo de Lambrama en Cañete, lugar de convocatorias próximas, para brindar por la alegría, por la familia, por el afecto y cariño de mis queridos tíos Zenón y Antero, por la vida.