CHUCCHUMPI:
GRADERÍAS DEGRADADAS
Escribe: Bernardino Pereyra Peralta (*)
Desde que tengo uso de razón, casi lo único atractivo de mi distrito capital de Lambrama, en la provincia apurimeña de Abancay, fue la gradería ubicada en el barrio de Chucchumpi, con más o menos 250 metros de pendiente, y que torpemente fue bautizado últimamente, y no se sabe por qué razón, como barrio Los Libertadores.
Eran graderías impactantes, cuasi naturales, como todas las obras eminentes arquitectónicas de la época colonial. Y por su accidentada geografía, por esas gradas de pura piedra, bajaban cuadrúpedos trasladando oro y plata del lavadero de Ccaraccara hacia el centro de acopio subterráneo que se encontraba en el templo de Lambrama.
En la década de los 90, estuve en Lima, con mis amigos Lucas y Ulises, inscribiendo a nuestro grupo musical “Lambralma”, en los archivos de la Biblioteca Nacional del Perú; cuando de pronto ante mis ojos en el mural de la pared aparecía una foto gigante, con un título sugestivo que decía ¡Qué locura!. El texto no mencionaba en absoluto el lugar que representaba. La fotografía era real. Eran las graderías de Chucchumpi, de nuestro Lambrama. Sentí indignación porque no se identificaba el lugar; al mismo tiempo, alegría y emoción.
Graderías de Chuucchumpi, en Lambrama.
- Izquierda, escalera en todo su esplendor.
- Derecha, con el arco intruso.
Pasados los años, las magníficas graderías habían sido reacondicionadas con piedra y cemento, bordeadas de canaletas. No sé si para bien o para mal, sin embargo se veían maravillosas.
En una revista que vi en algún lugar, destaca una fotografía tomada desde la Plaza de Armas, con el título acertado de “Escalera al cielo”. Las graderías de Chucchumpi, en todo su esplendor.
A pesar de su belleza natural, nadie todavía tiene en mente valorar semejante obra maestra, y que si tuviéramos algún tipo de sentido común en mejorarlo o conservarlo sería otra cosa y muy diferente.
Lejos de ello, por obra y gracia de alguna autoridad local la escalera de Chucchumpi, fue afeada, ocultada a la mirada de admiración desde sus bases. En una decisión atroz, levantaron un arco en medio de las graderías, escondiendo la maravilla, rompiendo una visión única.
No cabe en la mente, qué sentido común cultural habrían tenido esas personas para realizar semejante atrocidad y sin consulta alguna a entendidos en arquitectura, antropología, geografía, escultura, arte y hasta sociología; para levantar un arco de cemento. Nunca lo aceptaré.
Comparen ustedes la armonía y el contraste, de una vista sin arco, con la otra que se descalifica por sí sola. Creo que es necesario que el arco sea derrumbado para liberar a las escaleras de un entrometido que la afea. Hay tiempo para que esa excelente vista natural vuelva a su real dimensión geográfica. El día que decidan derruirlo, me tomaré un trago de felicidad.
(*) Periodista lambramino.