miércoles, 3 de marzo de 2021

"Circuito Mariño" ya era tiempo

“Circuito Mariño”, ya era tiempo
Escribe, Efraín Gómez Pereira

Ir caminando hacia el valle del río Mariño, en madrugadas de los meses de examen en el colegio Miguel Grau, de Abancay, eran travesías de escolares preocupados, osados, atrevidos, amigueros. Las salidas grupales hacia ese encantador paraíso terrenal, en horas en las que despuntaba el alba y cuando los gorriones, tuyas y calandrias, ofrecían una melodiosa sinfonía sin igual; tenían, por sí, más de un objetivo: Estudiar, comer sirakas y moras, “robar” paltas y pacaes, y enamorar santarrosinas.

“Estudiar para las pruebas finales”, era el pretexto adecuado que los padres veían con entusiasmo. Estudiar de madrugada en Abancay, tenía una expresión muy particular. Escolares -hombres y mujeres-, competían por ganar la iluminación de los postes de alumbrado público en las principales avenidas y parques, desde antes de las cinco de la mañana. Concentrados y bien abrigados en el frío silente y sin ninguna interrupción era, según propias y ajenas experiencias, la mejor estrategia para aprender la lección.

Moderno Circuito Mariño, una buena obra

El Mariño, con su paisaje liviano y cercano a la gran ciudad, el río y sus remansos musicales, los bosques de pisonayes, eucaliptos, jacarandás y molles, forma un envidiable escenario natural que invita a la concentración, a la pausa.

Esa ruta, con dos únicos accesos: bajando por Arenas, puente colonial y río Colcaqui y otro por la estación de los bomberos, final de la avenida Mariño, ha sido transitada millones de veces por millones de abanquinos, ya sea para el estudio, el paseo, las piscinas Riñón, Cristal y Edén o, para usar las cristalinas aguas del río Mariño como lavanderías populares.

Necesariamente había que ir caminando, porque para el taxi –sin pasajero de regreso-, no era negocio. Piedra sobre piedra, tierra y barro en épocas de lluvia, atrapaban a quienes osaban hurgar en las intimidades del Mariño cantor, al pie del Quisapata.

Algunas veces, en día de semana, el “Negro” Montufar, nos llevaba a la piscina en horario de Educación Física, para demostrar lo aprendido en las pozas de los ríos, o para dar examen de nado y calificar a los más sagaces para la selección grauina de natación que debía competir en alguna olimpiada regional o nacional.

La ruta silenciosa, aislada y no recomendable en horas nocturnas, poseía un singular atractivo. Una caminata al atardecer en silencio solitario, no tenía comparación. El murmullo del río que va en paralelo al camino, el ruido de los insectos, la música de los pajarillos, eran compañeras a quienes no se podía evitar, se las llevaba de brazos. Emparejados o en grupo, el paseo ganaba otra entonación. No se salvaban de las “fieras garras” de los jóvenes paseantes, ni las paltas de los fundos de las inmediaciones, ni las jugosas moras esparcidas en medio de los bosques.

Cómo no recordar la impetuosa búsqueda de los “cigarrillos” de enredaderas “arhuinchos” secas que se fumaban hasta toser como viejos motores; o buscar rojas y apetecibles sirakas, que se alcanzaban a costa de espinazos en los nudillos de las manos.

Un atractivo temerario era ingresar a hurtadillas a la piscina Cristal, franqueando las paredes y cercos de cabuya, adobe y piedra, a las cinco de la mañana, y gozar de sus incomparables aguas cálidas. Se tenía que nadar o bucear en extremo silencio, sin hacer olas ni chapotear con los pies, para no despertar al Chama, que debía estar en brazos de Morfeo.

El Mariño con su naturaleza que aún perdura estoicamente, es parte de la vida cotidiana de los abanquinos. Es remanso para visitas de parejas amorosas. Es tema de poetas y cantores. Es parte indesligable de la historia de nuestra ciudad de la “Bella abanquina”, flor nuestra que colorea de palo rosa los parajes del valle y del río. “Mariño mayucha, vinochachus kawac, tomarukukimam”.

Este Mariño campestre, rural, natural, ha sido ganado por la modernidad. Una demanda que data de muchos años, a la que autoridades ediles han dejado pasar por desinterés o negligencia, ha sido atendida por la actual gestión municipal, del alcalde Guido Chahuaylla, que se ha atrevido, finalmente, mejorar la ruta, construyendo el llamado “Circuito Mariño”.

Se trata de una obra que ha causado un gran vuelco en la fisonomía del lugar emblemático. Los propios vecinos del malecón y del valle, han apoyado la obra, facilitando accesos y cediendo terrenos para que la trocha se amplíe de tal forma que se ha convertido en una vía ancha, rápida y moderna.

Los accesos por la avenida Mariño, que lleva a la piscina Riñón y al puente Mariño, empalman hoy con la senda que viene desde la urbanización Hirohito y el puente hacia Condebamba, y que lleva al Cristal y al Edén.

Las obras incluyen pistas de doble vía y veredas peatonales, barandas de seguridad, sistemas de agua y desagüe, de evacuación de aguas pluviales, y la iluminación en todo el circuito. Sin duda, se trata de una buena obra que acercará la naturaleza a los abanquinos, y permitirá crear o incrementar un flujo turístico local a una zona que tiene sus encantos y cantos. 

Toca a los abanquinos cuidarlo y darle un buen uso y apurar para que otras zonas colindantes a la ciudad, tengan el mismo devenir…”Si vienes a mi Abancay, al llegar encontrarás la dicha de un gran amor, los sueños de un trovador… Su clima primaveral, el Ampay tan señorial y su Mariño cantor, regalos del cielo azul…”.