lunes, 30 de noviembre de 2020

Wakalli, huaracazos y lluvias en Lambrama

Wakalli, huaracazos y lluvia en Lambrama
Escribe, Efraín Gómez Pereira

Lambrama, años 60 - 90 del Siglo pasado. La matraca –caja de resonancia con aldabas de metal- manipulada con destreza por las manos encallecidas de Bautista Tello Teves, Patita, pasea su sonoro y monótono “traca-traca”, por las estrechas calles del pueblo. 

Seguido por un grupo de niños que apenas salieron de la escuela fiscal ubicada en la misma plaza, el matraquero cruza el riachuelo de Ccotomayu, sube las escaleras que lo llevan al cielo de Chucchumpi. De regreso, siempre con los niños de cola, cruza Chacapata y Tomacucho y llega a Chimpacalle. La curiosidad por el “traca-traca” abre las puertas de las modestas casas de Uraycalle, Pampacalle, Llactapata. 

El encargo es convocar a todos los lambraminos, a la iglesia colonial San Blas, a un Rosario para las seis de la tarde, que estará a cargo las señoras Eva y Pancha. Todas las familias se preparan con unción. Ropa limpia, cabello bien peinado.

Las señoras, expertas voluntariosas en estos menesteres, están vestidas de riguroso negro; un mantón, también negro, cubre sus espaldas y un velo que puede ser de seda, o tela corriente, cuelga de sus cabezas, escondiendo los rostros que reflejan rictus de preocupación. En sus manos penden sendas cuentas de Rosarios de color oscuro, que llevan en los extremos una cruz de plata o la imagen de la Virgen venerada.

La urgencia tiene una explicación. Los mayores del pueblo, que fungen de chamanes, jampis o jitu-jitus, en coordinación con el alcalde, autoridades comunales, policías, profesores, y lambraminos más representativos, han coincidido que es necesario invocar a los Apus, a los Dioses, para salvar las siembras de maíz que se están muriendo de sed. Es noviembre y no hay lluvias en Lambrama. Los maizales sembrados en parcelas atomizadas desde Uriapo hasta Itunez, no pueden, no deben caer.

Una vez cumplido el Rosario, con lleno total de la iglesia, y con cánticos en quechua, evocando el “Apu Yaya Jesucristo, Kespechekney Diosnillay”, el pueblo confundido en fe, acompaña en procesión al Patrón Santiago, al Cristo Yacente, y otras imágenes custodiadas en la Iglesia, para pedir al Señor de los Cielos, que deje caer lluvia y salve los cultivos de su pueblo pecador. Las campanas del San Blas repican sus melodías del “chincapun” para esa ocasión.

Detrás de las imágenes santas, cargadas por jóvenes recios, va una corte de mujeres mayores, rezando padrenuestros y avemarías, y entonando cánticos en quechua, seguido por hombres, mujeres y niños que repiten casi en murmullos los rezos y cantos. Las calles tienen otra dimensión.  

Cerrando la procesión, los niños y adolescentes, acompañan el petitorio sacro, con canciones que evocan el encuentro de los Apus con el Dios occidental: “Jeu jeu Wakalli/ parusaracha wakalli/ Señor, paraikita kachayamuy/ Miseriordia Señor. (Señor, el maíz pardo se seca/Suelta tu lluvia/Misericordia). Todas las canciones suenan en coro disciplinado. Las miradas infantiles se dirigen hacia arriba, hacia los Apus, hacia el Señor de los Cielos. En esta ocasión llueven caramelos perita, arrojados por los bodegueros de las esquinas.
Laguna Loritoyoc en Lambrama. Fotografía de Policarpo Ccanre Salazar

De manera paralela o en los días subsiguientes, y en el mismo interés de pedir lluvia a los Dioses, tres de los hombres más hábiles y diestros del pueblo, asumen la tarea de cumplir un encargo muy especial: hacer peregrinaje a la laguna Loritoyoc, en una tradición que se remonta a muchas generaciones, inclusive a épocas incas.

No hay referencia del por qué se escogió la laguna Loritoyoc, para cumplir una tarea pagana, mística y religiosa a su vez, en el único y sacrosanto fin: pedir a los Apus, a la laguna, que llueva en el pueblo. La laguna está ubicada en una encañada profunda de la cordillera, a 5000 msnm. Es de color verde loro, de ahí su nombre, y su acceso es muy difícil.

Para cumplir con el encargo, los voluntarios van a lomo de tres alzados criollos, pequeños pero fuertes, con herrajes nuevos, enjalmados de monturas y reatas con amarres de plata. Se van premunidos de bendiciones, cañazo, cigarrillos Inca. Deben desafiar y enfurecer a la laguna a punta de huaracazos de rocotos, incienso, maíz choclo, coca, que serán lanzados desde una distancia prudente que impida les salpique el agua, que sería fatal.

Los huaracazos, arrojados desde tres lugares diferentes, van acompañados de rezos e invocaciones confundidos, entre paganos y cristianos. Previamente hacen el ritual del pago a la tierra, dejando ofrendas especiales. Los Apus y los Santos, son mencionados por igual en la imploración por las lluvias.

Una vez terminada la tarea de incomodar al Loritoyoc, los mozos contagiados de la adrenalina del momento, deben volver al pueblo a la máxima velocidad que les permita la geografía agreste de la zona. Deben ponerse a buen recaudo de la furia de la naturaleza que podría soltar lluvia con rayos y truenos. Cuentan los que vivieron estas experiencias, hace más de 40 años, que el pedido coincidía con la llegada de las lluvias. Algunas veces el mismo día; otras al día siguiente o en la misma semana.

Los maizales de Lambrama volvían a cargar vitalidad, el verdor del valle se recuperaba. La alegría en el pueblo sumaba a reforzar la fe, tanto en el Señor de los Cielos, como en los Apus, en Loritoyoc.

El Wakalli y los huaracazos son parte de la historia de Lambrama, son tradiciones ancestrales, que han pasado al olvido. Son muy pocos los lambraminos que conocen Loritoyoc y sus ricas historias. Tradiciones que se deben recuperar.

Hace apenas una semana, empujados por la necesidad de agua para aliviar el dolor de las chacras por la falta de lluvias, y después de muchos años, los lambraminos se han organizado para recordar el Wakalli y durante tres noches seguidas, niños y jóvenes salieron a las calles para cantar en procesión, el “jeu jeu Wakalli”. En Caipe, los comuneros rememoraron también el huaracazo ancestral, fustigando con rocotos y rezos, la tranquilidad de la laguna Charca. 

En curiosa y misteriosa coincidencia, las lluvias aunque con timidez, se han asomado en el distrito. Los maicitos han recuperado sus ganas de seguir creciendo. Los lambraminos han renovado su fe en los Apus y en el Dios de los Cielos.

viernes, 27 de noviembre de 2020

Se debe declarar en emergencia el agro apurimeño

Se debe declarar en emergencia el agro apurimeño
Escribe, Efraín Gómez Pereira

Información técnica sobre una inminente sequía en países de América Latina, advierte que esta sería la segunda más intensa del continente desde 2002. Es decir, desgracia en los campos de cultivo y en las crianzas con graves consecuencias en escasez de alimentos y mayor crisis entre los productores, sobre todo los pequeños.

Todos los años, en época de verano, nuestro país afronta los efectos de lluvias e inundaciones, con la destrucción de la infraestructura productiva en el sector agropecuario. Se crean programas de emergencia, presupuestos y burocracia para la reconstrucción, que ya forman parte de la agenda nacional. Los programas de prevención no funcionan o lo hacen a medias.

Para el caso de la sequía, que se pronostica para este año, los llamados de advertencia provienen de los propios productores, que constatan cómo, en el día a día, sus campos de cultivo se vienen secando a consecuencia de la ausencia de lluvias, la falta de agua o estrés hídrico.

En nuestra región, Nemesio Quispe Romero, dirigente agrario de Andahuaylas, señala que “los  campos se encuentran secos y las siembras de maíz, papa y otros, están a punto perderse por la falta de agua. Los agricultores temen la pérdida total de la presente campaña y piden a las autoridades medidas de previsión para enfrentar la sequía”.

El diario Pregón, en su portada del martes, 25 noviembre, recoge el clamor regional y señala “Agricultura apurimeña en crisis” e invoca atención de las autoridades para que se declare en emergencia la agricultura regional. “La sequía ha puesto en peligro los sembríos de cientos de agricultores, muchos ya perdieron sus cultivos”, afirma.

“La campaña agrícola 2020-2021 está en grave riesgo por la escasez de agua en manantiales y lagunas, así como por las altas temperaturas que se registran en toda la región”, agrega.

Se sabe que el gobierno Regional de Apurímac, evalúa daños y calcula los riesgos que serán el soporte del informe técnico que sustente el necesario pedido de la declaratoria de emergencia por el gobierno Central. La emergencia supone un plazo no menor de sesenta días, para tomar medidas y acciones de excepción necesarias para reducir los riesgos, con cargo al presupuesto institucional de los pliegos involucrados.

De acuerdo a la programación de cultivos priorizados en el Marco Orientador 2020-2021 del ministerio de Agricultura y Riego, en Apurímac se deben haber sembrado 22799 has de papa, 24650 de maíz amiláceo, 2381 de maíz choclo y 4269 de quinua; la mayor parte en manos de pequeños y medianos productores, los que están en grave riesgo por la sequía. 
Los productores que vean afectados sus cultivos, deberán acogerse asimismo, a los beneficios del Seguro Agrícola Catastrófico, del ministerio de Agricultura y Riego, que indemniza parte de los costos de producción, y que para este año tiene previsto cubrir los 24 departamentos del país.

Con una inversión de 57 millones de soles, se asegurará más de 2.3 millones de hectáreas, para atender a un estimado de 950,000 pequeños productores de la agricultura familiar, principalmente, en todo el país. 

Es necesario que el gobierno Regional gestione, de una vez, la declaratoria de emergencia del agro apurimeño. Será una medida que lleve alguna esperanza a miles de productores y criadores familiares de nuestra región, que ya atraviesan penurias, como otros sectores, a causa de la pandemia.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Lambrama cumple hoy, 181 años

Distrito de Lambrama cumple hoy, 181 años
Escribe, Efraín Gómez Pereira

Con serias y permanentes dificultades, como cualquier otro pueblo andino que se abraza a diario con la pobreza y pobreza extrema, el distrito de Lambrama cumple hoy, 181 años de creación política. 

Sus tradiciones comunales, su riqueza ancestral en cultura autóctona, como el carnaval campesino, su potencial agropecuario, su capacidad generadora de posibilidades productivas en sus ríos y lagunas, sus jarawis y wakatakis, miran a través de los aires frescos y nevados esporádicos del Apu Chipito, que esta situación cambiará en algún momento, debe cambiar, tarde o temprano.
Tradicional barrio de Chucchumpi. 
Al igual que cientos de pueblos andinos, alejados de las decisiones políticas para presupuestos y recursos frescos, Lambrama y sus 19 comunidades afrontan con estoicismo, la dura presencia del coronavirus, que ha trastocado su calma diaria, para hacerla de preocupación constante entre sus pobladores y autoridades.

En estos días, los lambraminos vienen participando de una serie de actividades comunales, restringidas por cierto, por el tema de la emergencia sanitaria. Algunas inauguraciones de obras municipales como trochas carrozables, criaderos de truchas, canchas sintéticas, coordinaciones entre los residentes en otras ciudades, concursos de canto y música, concurso de doma de caballos, que le ponen color y calor a las celebraciones.

Es aspiración general que después que pase el temporal de la pandemia, que afectó a 114 lambraminos con casos positivos registrados hasta esta semana, Lambrama siga encaminándose; con el apoyo de todos, con la inclusión de los jóvenes retornantes, también a causa de la pandemia, para que recuperando su estatus de comunero originario, sume en fuerza y sueños al anhelo de ver a este pueblo con crecimiento y desarrollo sostenidos.

Este año, el presupuesto del Fondo de Compensación Municipal (Foncomun), destinado al distrito fue recortado en un 50%, lo que ha limitado de manera severa, la implementación de actividades o la ejecución de proyectos programados con antelación por el municipio. 

Un pueblo con presupuesto limitado está destinado al padecimiento permanente. Es un reto para las autoridades que deben ingeniárselas para suplir esta carencia con iniciativas de participación comunal, de jornadas populares que pueden y deben aligerar la carga de “falta de recursos”, que en muchos casos, son pretextos y justificaciones para la inacción o el conformismo.

Los lambraminos están dedicados, en estos meses, a la siembra de papa nativa en los “laimes” de Llakisway; al cultivo de maíz en los valles y predios colindantes al pueblo y sus comunidades, como Uriapo, Allinchuy, Surupata, Occopata, Ccosccopata, Luntiapo, Huaranpata, Suchuna, Huecce, Itunis, con la seguridad que habrá buena cosecha de paraccay, chullpi, moro, kulli y otras variedades nativas de maíz, que junto con la papa, garantizarán la alimentación del pueblo. 

En estas celebraciones no habrá jolgorio masivo, ni corrida de toros, ni carrera de caballos. Estará ausente la alegría chispeante generada la chicha de jora y el cañazo compuesto, curado con yerbas aromáticas, con ramas de sotoma, con raíces de peperme y cáscara de naranja. No habrá desfile escolar, ni presencia colorida de las delegaciones de sus 19 comunidades y sus canciones originarias.

Será una fiesta austera, obligada por las circunstancias. A pesar de ello, los abrazos virtuales unirán a los “wakrapukus” lambraminos que viven en sus barrios de Chucchumpi, Uraycalle, Pampacalle, Chimpacalle, Chacapata, Tomacucho, Llactapata, Michihuarkuna, Ccotomayu, que por decisión de alguna burocracia incongruente con la historia y las costumbres, las giró hacia los barrios de San Blas, Santa Rosa de Itunis, La Florida, Los Libertadores y 19 de Noviembre.

“Festejarán” con igual calor las Comunidades y anexos de Caype, Cruzpata, Siusay, Huayrapampa, Seccebamba, Matara, Suncho, Atacama, Urpipampa, Pichiuca, Kera, Marjuni, Payancca, Chua, Lahuañi, Kalla, Santa Cruz de Paccaypata, Soccospampa y Kisuara. Feliz aniversario, Lambrama.

lunes, 16 de noviembre de 2020

“Chocce Tikray”: una tradición lambramina

 “Chocce Tikray”: una tradición lambramina

Escribe, Efraín Gómez Pereira

La producción agropecuaria en el distrito de Lambrama y sus comunidades, es de crucial importancia. De sus resultados positivos; es decir, una buena cosecha y una buena crianza, dependen la garantía de bienestar para las familias, aunque sumidas mayoritariamente en pobreza y pobreza extrema, no les debe faltar comida en sus “barbacos”, “cahuitos” y “markas” (almacenes).

Setiembre, octubre y noviembre son meses decisivos para la siembra de papa o “papa tarpuy”; que además de estar proyectada para la seguridad alimentaria, es motivo cuasi festivo-religioso de una tradición comunal que pervive a pesar de la intromisión de elementos extraños.

El “papa tarpuy”, basado en el “Chocce Tikray” (volteo de tierra); es una tradición campesina que data de tiempos muy lejanos. Ha permitido que la hermandad campesina, la familiaridad pueblerina, el compartir de costumbres como el ayni; se fortalezcan y se resistan a desaparecer como otras expresiones culturales, que lamentablemente están en decadencia u olvido.

El “Chocce Tikray”, es una programación organizada por la comunidad y los saberes acumulados de su gente, que utiliza tierras descansadas para el cultivo de papa en los “laimes”, que son parajes de predios comunales fértiles, ubicados en zonas altoandinas. Lambrama tiene diez “laimes”, que se utilizan de manera rotatoria, dos años por cada uno, intercambiando siembras de papa, olluco, oca y añu o mashua. En los “laimes” no hay cercos ni paredes que cierren los predios; señal del respeto mutuo entre los comuneros sobre sus “propiedades”.

 

Laime de Llakisway. Fotografía de Hernán Chipana.

Con mucha anticipación se prepara lo necesario para el “papa tarpuy”, como el “llantakuska”, que es acarreo de leña en los montes cercanos y quede lista para hervir peroles de chicha de jora; se junta “wiñapo”, “charki”, papa y otros insumos para la preparación del “chacra picante”.

El “chacrakuk”, patrón o dueño de la chacra, alista sus herramientas básicas, en este caso, la tradicional “chakitaklla, que se convierte en el principal elemento de la jornada agrícola.

Con fecha programada, que no se debe cruzar con la de otro vecino, se recurre a los jóvenes fuertes, unos días antes, de preferencia en las noches, a fin de solicitar que lo acompañe en el “ayni”, sellando el compromiso con un “chotillo” de cañazo, que es una copa o una botellita pequeña de cristal. “Chotillo” aceptado es “ayni” asumido, sin posibilidad de dar marcha atrás. Es palabra de honor que será respondido con la misma reciprocidad.

El día señalado, la casa del “chacrakuk” está alborotada desde la madrugada. Al “wallpawaccay” o canto del gallo, los “aynis” toman una suculenta y energizante “lawa” o sopa de trigo y pellejo de cerdo, sabrosamente aderezada con “asnapas” hierbas aromáticas de la huerta. Las mujeres jóvenes que serán las “rapak” o roturadoras, hacen lo propio; mientras otro grupo de mujeres, las más maduras, se encargan de la cocina en casa.

El camino es largo hasta el “laime” y hay que apurar el paso. El patrón encabeza al grupo. Avanzan frescos, alegres, sabiendo que arriba habrá una sana y dura competencia de maña y fuerza. Las “chakitakllas” inseparables van bailando, colgadas al hombro, en fila india. Antes, el tramo se hacía a pie o a caballo; en la actualidad, a pesar de las limitaciones, las trochas carrozables intercomunales han acortado el viaje que se hace a caballo o vehículos motorizados.

Una vez en el predio, el patrón brinda con cañazo, pidiendo sea una buena jornada. La “t’inka” o brindis, invoca a los Apus Chipito, Kullunhuani, K’aukara, Chaknaya; a la laguna Taccata y otros Apus o cerros mágicos, con quienes hay una relación mítica de reconocimiento y respeto. Este año corresponde al “laime” de “Llakisway”, que se encuentra en las inmediaciones de la paradisiaca laguna del mismo nombre.

En los próximos años serán Unca, Yucubamba, Itunis, Suruccasa y otros. La misma tradición tienen todas las comunidades del distrito que manejan sus propios “laimes” con similares actividades, destacando como el más colorido y festivo, el de Marjuni.

Después de la “t’inka”, viene el trabajo competitivo. El más osado, ágil o atrevido de los “aynis” se apunta como líder del grupo –capitán- conformado por parejas de dos “chaquitakllas” y una “rapak”.

De tranco en tranco, con el calor animado por el cañazo y una bola de coca en la boca, las parejas van tejiendo los surcos con las champas volteadas y ajustadas por la “rapak”. El ajetreo debe ser coordinado para asegurar una buena cobertura al brote de papa que emerge. El ritmo lo pone el capitán y pobre de aquel que se quede en el camino o no se alinee con la velocidad del grupo, entrará a la tropa de los “suyus” o rezagados, con surcos pendientes, que deberán terminar a como dé lugar; sino serán el hazmerreír del pueblo.



Los compadres, familiares del patrón, animan la jornada, desde una orilla de la chacra. Suenan quenas o “lawitos” elaborados con tallos secos de “Toccorhuay”, y tinyas, con piel interior de borregos; a ritmo acompasado que ponen color y alegría al “Chocce Tikray”. También se afanan en ofrecer keros de chicha, hechos en dura madera de unca o guarango, mientras el sol quema, los vientos silban y las miradas sedientas otean la explanada, por donde llegarán las mamachas, en fila ordenada, con sus ollas de comida a la espalda, con el “chacra picante”.

La pausa para el convite o “samay”, obliga a los “aynis” a sentarse en dos filas con las piernas entreabiertas, a los costados de una mesa de costales y llicllas, tendida sobre el pasto, en el que humean papas, mote y habas sancochadas, junto a pocillos de “uchucuta” o crema de ají verde. Manos diestras sirven generosas porciones de arroz amarillo, tallarines, guiso de carne, tortillas de “jachucebolla” o cebolla china, “puspu” o mote de habas. Todo en un solo plato, en un “chacra picante”. El comensal precavido lleva su propio tenedor; los que no, deben buscar en las ramas de “tankar” o “murmuskuy”, arbustos nativos; palillos en forma de trinche que les ayudará a dar curso al convite.

La chicha de jora, los “chotillos” de cañazo, los sones del “lawito” y la tinya, acompañan este picnic popular, en el que no faltan las bromas de doble sentido, las lisonjas a las damas, los enamoramientos, las chanzas y risas. Es fiesta, fiesta del abrazo del hombre con la Pachamama. Fiesta del pueblo.

Luego del opíparo almuerzo, tras una breve pausa para apurar algunos keros adicionales de chicha, la jornada continua, al mismo ritmo de la mañana. Los cuerpos sudorosos de hombres y mujeres piden chicha. Ahí van los keros, con urgencia. Los niños, que asisten en patota, juegan sus propios “chocces”, se encargan de los animales. Recogen piedras de los surcos. Con sus hondas artesanales de jebe cazan “pichinkos” para un soñado “kankachu” o asado.

Termina la jornada. La chacra queda como un cuaderno cuadriculado de fondo negro tierra, con las trenzas de surcos relucientes, que darán vida a las papas nativas, al amparo del microclima de las alturas y las lluvias de temporada. El patrón agradecido con los “aynis”, “rapak” y los “Apus” descorcha el odre de chicha curado con cañazo y ofrece, ahora ya sin pausa, su cariño.

Como por arte de magia salen más “lawitos”, más tinyas y las mujeres, cocineras y “rapak”, se confunden en un coro de armonías celestiales para celebrar la siembra de papas, cantando el “wanka” o canción festiva, cubriéndose la boca con una mano. Sus sombreros llevan coloridas flores nativas. Alrededor de las “wankas” y de las “chakitakllas” que descansan clavadas en la tierra, aun con sus fierros lustrosos; el más joven de los “aynis”, cumple con una tradición popular lambramina, que alienta la productividad tanto del sembrío como de las familias.

Con un listón de huarango o murmuskuy va rosando las afueras de las partes íntimas de la mujer y lo lleva a las narices del hombre haciendo piruetas, quien intenta evadir sin mucho esfuerzo. Festeja con gritos que se confunden con las “wankas”; y cierra con un sonoro “¡Chijooo!”, que representa la virilidad del hombre, la fertilidad de la tierra y la confianza en una buena producción. Habrá buena cosecha y probablemente un nuevo matrimonio, cuyas proles asegurarán las tradiciones y costumbres de Lambrama y sus comunidades.

Ya en la oscuridad de la noche la alegría del “Chocce Tikray” se traslada al pueblo, hasta donde han regresado cantando “jarawis”. En la casa del “chacrakuk”, habrá más chicha, cerveza, cañazo, caldo de gallina o de cordero. El “ayni”, la amistad, el compromiso, se sellan en alegría y fiesta. Fiesta del “Chocce Tikray” lambramino.

Lambrama cumple, el 19 de noviembre, 182 años de creación. Feliz aniversario, tierra hermosa, “llactallay”.


lunes, 9 de noviembre de 2020

Lambrama: territorio agroecológico

Lambrama: territorio agroecológico
Escribe, Efraín Gómez Pereira

Doña Felícitas Taype Márquez, productora de la comunidad campesina de Urpipampa, en Lambrama, es asidua visitante de la ciudad de Abancay. Todos los sábados, llega hasta el mercado agroecológico itinerante de Miguel Grau, para ofertar sus hortalizas producidas libre de agroquímicos. El abono que usa es guano de cuy, ovejas y vacas. Ya tiene una agenda de caseras que la esperan con expectativa, y a quienes debe atender con amable puntualidad.

Los mercados de Miguel Grau, Av. El Sol y estadio de Condebamba, habilitados para el comercio de alimentos, entre los que destacan los productos agroecológicos procedentes de Lambrama, Circa, Mariscal Gamarra y la propia Abancay, se han convertido en el termómetro de un naciente universo de productores que, en los últimos años, han sabido ganar un importante nicho comercial, que va de la mano con el cuidado del medio ambiente en la región.
Hoy, en épocas de pandemia, forman parte de un escenario que acerca al pequeño productor con el comprador, en una lógica articulada por entidades públicas y privadas: Dirección Regional Agraria, Municipalidad Provincial, SENASA, DIRESA, IDMA; que han dispuesto lo necesario para que el comercio de alimentos que requieren los abanquinos, se realice bajo los protocolos de bioseguridad adecuados.

Así como doña Felícitas, un centenar de mujeres lambraminas, que han logrado la certificación del Sistema de Garantía Participativo SGP, otorgada por el Instituto de Desarrollo y Medio Ambiente IDMA, comparten los ambientes de los mercados y la feria ChakraManta, que cumplen un rol comercial de especial importancia.

Los productos de Lambrama, tienen un singular atractivo entre los compradores, que literalmente “barren” en pocas horas con las reservas sabatinas de paltas, frutas, flores, quesos, truchas, papa nativa, maíz, hortalizas; como nabos, betarragas, cebollas, calabazas, arvejas, col, coliflor, tomate, espinaca, zanahoria, habas, asnapas, y otros que se han ganado un espacio en el gusto del consumidor abanquino.

Este importante logro no es fruto del azar ni de la improvisación. Las mujeres lambraminas, particularmente de las comunidades de Lambrama, Siusay, Caipe, Urpipampa y Atancama, participan desde hace seis años en programas de producción sana, con apoyo del IDMA, en el entendido de que el camino debe llevar a este distrito a ser reconocido como zona de producción agroecológica.

Según Yeisser Caballero, responsable de IDMA en Abancay; en Lambrama han certificado con SGP, a 150 productores, quienes tienen la enorme ventaja de acceder a un nicho comercial en franco crecimiento. “Las lambraminas que asisten a las ferias y mercados en Abancay, son la evidencia de que la producción ecológica es sostenible y con una enorme proyección. Ellas son las que producen, trasladan sus cosechas al mercado, comercian y manejan sus cuentas. Son autosuficientes. Nosotros no financiamos, sino la adecuación de los puestos de venta en los mercados, bajo los rigores del control de bioseguridad”, sostiene Caballero.

Otro rubro que tiene atracción en Abancay es la trucha procedente de una veintena de criaderos instalados en la cuenca del río Lambrama, que por su frescura, color y sabor, se ha convertido en la preferida de los consumidores. “La demanda a veces rebasa nuestra capacidad de cosecha, que es aprovechada por comerciantes inescrupulosos que traen trucha de otros lugares y la venden como lambramina”, denuncia Juan Carlos Gamarra, impulsor de la crianza de truchas.

Recuerda que en los tres últimos años, el distrito ha sabido sumar esfuerzos para lograr un interesante avance en la producción y crianza ecológicas. “Hemos desterrado los agroquímicos, para darle el peso que le corresponde al abono natural, al guano de corral, que es un poderoso nutriente”, señala Gamarra. En algunas zonas del bajo valle, donde se alquila las tierras de cultivo, todavía se usan agroquímicos, y deben ser erradicados. 

Resultado de este trabajo mancomunado, se debe destacar que, a través de la Ordenanza Municipal 005-2020, la municipalidad de Lambrama ha declarado, hace unos días, el territorio distrital como agroecológico para la producción sana, el fomento de ferias agroecológicas con certificación SGP; y control del uso de fertilizantes y pesticidas sintéticos.

La municipalidad de Lambrama y SENASA, en el ámbito de sus responsabilidades y coordinaciones necesarias, deberán velar por el cumplimiento de las normas correspondientes, como las Resoluciones Directorales Nº 0057-2020 y Nº 022-2020, de SENASA, que prohíben el uso de plaguicidas químicos de uso agrícola que contengan ingredientes activos como Paraquat y Methamidophos, que son herbicidas e insecticidas con alto poder residual.

Sin duda, es un buen avance logrado por el distrito de Lambrama, por la municipalidad, los productores individuales y organizados, y el apoyo de IDMA, que debe apuntar más lejos, a fin de ratificar que Lambrama es un baluarte de la biodiversidad regional y Zona de Agro Biodiversidad - ZABD.

domingo, 1 de noviembre de 2020

Hugo y Pepe: abanquinos y abanquinidad

Hugo y Pepe: abanquinos y abanquinidad

Escribe, Efraín Gómez Pereira

La radio es su pasión. La vive desde su infancia. Es un maestro respetado y de respeto. Es la primera voz de la primera radio del Perú. Sus palabras, como su prosa, nutren de abanquinidad, diariamente, a sus seguidores en las redes sociales. Sueña con una Vía Expresa en Abancay, desde el Pachachaca hasta San Antonio.

No es difícil emocionarse al escuchar en cualquier momento, los alegres sones de “Si vienes a mi Abancay…”, el himno de los Pikis; o lagrimear con “Abancay de mis amores, si yo volviera a nacer…”. 


Hugo Viladegut Bush y José “Pepe” Garay Vallenas, que enaltecen la abanquinidad más allá de nuestras fronteras, son la muestra viva de que el ser abanquino, es la suma de la ligazón terrenal con el suelo que nos vio nacer y lo especial que es sentirse Piki: es un orgullo inigualable, inconmensurable.

A propósito del aniversario de nuestra hermosa ciudad, 146 años, conversamos, vía WhatsApp, con Hugo y Pepe, para sacarles un poco de calor, de intimidad, que muchas veces las guardamos bajo siete llaves. Sus respuestas nos llevan, a hechos que los hemos vivido o los olvidamos, por “sabe Dios qué”.

¿Cuáles serían los tres hechos que marcaron tu abanquinidad? 

Hugo: Primero la radio. Escuchaba radio Municipal desde que empezaba la transmisión hasta que terminaba. 2) El Pisonay de la esquina Av. Arenas y Núñez, tenía la idea que era un personaje de mi tierra. 3) El río Ñaqchero. Me gustaba ir hasta ahí siguiendo el camino de la acequia de agua. En la quebrada me gustaba jugar con el eco. ¡Qué cosa más magnífica!

Pepe: Los recuerdos que marcaron mi infancia los sello en la expresión: “Siete oficios y 14 necesidades”. Fui acólito/sacristán en los oficios religiosos de la Iglesia; auxiliar del gran maestro Mariano Ochoa, Mayordomo en el Complejo Parroquial, le asistíamos en el campanario y en la fabricación de velas. Recogedor de pelotas en el tenis y marcador de bull en los tiros al blanco de corto y largo alcance. Vendedor del diario “La Patria”, del Papi Vila y eventual cargador de maletas en el recordado paradero del Pisonay. En suma, fui un piki inquieto, travieso y palomilla.

¿Por qué sentirse orgulloso de ser abanquino? 

Hugo: Cómo no sentirse orgulloso si todo lo hemos conseguido por trabajo comunal o por reclamos en la calle. Así paso con el mercado de abastos, que las abaceras salieron a las calles para arrancar un presupuesto para construirlo. Recuerdo las jornadas sincronizadas de abanquinos en diferentes ciudades para lograr el funcionamiento de la Universidad Particular de Apurímac. Nos organizamos para salir cuatro sábados a las 10 de la mañana para, con carteles y gritos, reclamar por la autorización de funcionamiento que el Senado de la República había impedido. Esa vez yo vivía en Cusco. Nada nos regalaron. Nosotros hicimos el progreso.

Pepe: Entre mis versos y dichos, hay uno que resume mi orgullo de ser abanquino: “Abancay de mis amores/si yo volviera a nacer/al cielo le pediría/que seas mi cuna otra vez”. Por su alegría, por la simpatía que inspira su gente, por su clima primaveral, por su colorido carnaval y por ser una sociedad de trato horizontal igualitario.

Cinco abanquinos, hombres y mujeres, que todo abanquino debe conocer.

Hugo: 1 Micaela Bastidas: No tenemos su partida de nacimiento, pero ella vive en nuestros pensamientos desde hace cientos de generaciones. 2) José María Arguedas: Nos hace sentir orgullosos de nuestra estirpe quechua. 3) Guillermo Viladegut Ferrufino, el Papi Vila: En el "Extraño Indio Clemente Kespe" proclama nuestra abanquinidad, una ciudadanía mestiza. Mitad quichua, mitad española.

4) Antonio de Ocampo: Trabajó intensamente por fundar el primer colegio secundario de Abancay, que luego tomó el nombre de Miguel Grau. Le debemos la memoria permanente. 5) Monseñor Enrique Pelach: Nos enseñó la solidaridad, trabajando por controlar la Leismaniasis o Lepra de cuya responsabilidad se había olvidado el estado, cerrando el leprosorio de Wambo. Se preocupó por los ancianos, les hizo un asilo y por los niños, haciendo un orfelinato.

Pepe: 1) Micaela Bastidas. 2) Antonio de Ocampo. 3) Enrique Martinelli Tizón, gestor de la expropiación de la hacienda Patibamba, que permitió el desarrollo urbano y rural de Abancay. 4) Rubén Chauca Arriarán, profesor, defensor implacable del origen abanquino de la gran Micaela Bastidas. 5) El Médico que en la década de 1950, descubrió el “Suero Piki” que contribuyó en la cura de la hepatitis fulminante -moscarina- que produjo muchas muertes de niños abanquinos.

Tres hechos que caracterizan/diferencian Abancay de otras ciudades 

Hugo: 1) Nuestro carnaval: Ninguna ciudad de la Sierra del Perú tiene tan pocos espectadores en las tribunas porque todos están bailando y cantando. Me moriré feliz cuando haya 300 músicos en escena cantando ‘Chayraqmi Chayraqmi...’ Y mil bailarines danzando la entrada de carnaval.

2) Ningún abanquino que se precie de serlo puede decir "no sé nadar". Todos sabemos hacerlo, porque no hay placer más grande que amanecer en las pozas o las piscinas todos los octubres y noviembres.

3) Ningún amanecer en ninguna parte del Perú es tan colorido y alegre. Haya sol, lluvia o el cielo esté encapotado; nos  despiertan los gallos, las tuyas y los pichincos. En todas partes se quejan de los gallos, en Abancay nos alegramos que existan, son parte de nuestras vidas.

Pepe: 1) Su clima tropical templado y primaveral. 2) La manera de ser sencilla y jovial de su gente, con sentimiento hospitalario por excelencia. 3) El trato igualitario, soberano y democrático de la sociedad.

Qué hacer para que Abancay logre un desarrollo equilibrado después del Bicentenario.

Hugo: Abancay necesita un plan integral urbano de mediano y largo aliento. Es urgente levantar un plano catastral, que involucre la participación de todas las generaciones y proyectar un corredor que una el río Pachachaca y San Antonio, con una ancha vía, sea para un tren o una vía expresa. Ese sería el sello de un cambio hacia el desarrollo sostenido que nos merecemos.

Ese plano catastral debe garantizar la intangibilidad de los ríos que atraviesan la ciudad y la del río Mariño, que es el río colector de las aguas.

Nuestra rica y envidiada culinaria regional debe ser registrada para darle valor y asegurar que esta rica tradición se pierda. No podemos cruzarnos de brazos.

Finalmente debemos regresar a la elaboración tradicional de wawas y caballos de pan, como siempre lo fue, con sus caretas que es una singularidad de nuestra cultura. Debería dictarse normas de salubridad para evitar contratiempos.

Pepe: Abancay por su configuración geográfica tiene un atractivo singular, similar a las ciudades griegas, italianas y españolas, donde predominan las colinas, que le dan un peculiar paisaje y una urbe en desniveles. Lo más importante e impostergable que debemos promover es un plan técnico en el área de saneamiento, agua y desagüe, con características especiales acordes a la geografía y topografía.

Gracias, Hugo. Gracias, Pepe. Esta pincelada de emociones y recuerdos nos hace valorar, querer más a nuestra tierra. Feliz aniversario, Abancay, tierra linda.