Feliz cumpleaños, DORA, Madre inolvidable
Siempre en nuestros recuerdos.
Escribe, Efraín Gómez Pereira
Pasarán los años y
seguirás con nosotros, en el vivo recuerdo de una mujer luchadora, amorosa,
íntegra. Una gran Madre.
Alcanzo a ver, a
través de la neblina de los años pasados, a una mujer sentada frente a su
máquina Singer, cosiendo camisas para sus cinco hijos, con flecos y detalles
que imprimían una marca personal.
Escucho todavía los
sones de tus canciones favoritas: “Candadito, candadito aceromanta llavechayok,
pirak mairak kichallasunki…”, o “Dos palomitas del monte, volaban al cielo, y
sus ojitos miraban, buscando su dueño, su dueño perdido”; cuyas letras las tenías
grabadas en un cuaderno cancionero de puño y letra. De hecho, Candadito, himno
de los lambraminos, es de tu autoría, junto a la tía Jesús Peralta de Pereyra.
Hoy es de Derechos Reservados.
Te veo dirigiendo la
cocina, en días de fiesta, de donde salían cuyes rellenos, picantes mixtos para
saciar el apetito de la familia, los amigos, en tu casa de Tomacucho, que
siempre tenía las puertas abiertas.
Te veo de amanecida,
preparando ricas humitas de choclos frescos recién recogidos de tus predios de
Occopata o Huaycco. El café pasado que nunca faltaba en la mesa, ese que nos
hizo cafeteros desde siempre, aún trae su aroma a mis desayunos, al igual que
las gelatinas de patita, que temblaban con solo mirarlas, tienen una presencia
fotográfica en mis días.
Te veo, sentada en
el poyo del “llantahuasi” o en la enorme piedra en la entrada de la cocina,
cortando el cabello de tus engreídos Genaro, Alfredo, Rafael y Efraín, u observando
con amorosa mirada a una pequeñita niña Mery, jugueteando en tu regazo.
También te veo,
pálida y cansada, en tu cama de “los altos”, pensando en el "qué será de
mis hijos" en tus últimos días de padecimiento, hace más de cinco décadas.
Era un niño de siete años apenas, pero tengo grabadas esas imágenes que son
eternas.
No tuve la dicha de
gozar de tu amor de Madre, por tu temprana partida, pero el recuerdo personal
de un infante, alimentado con lo que mis hermanos mayores me cuentan, me
grafican a una Gran Mujer, que hizo de la solidaridad, su arma secreta para
ganarse el afecto de quienes, hasta hoy, te recuerdan, con cariño y respeto.
Te tengo todos los
días, en la mirada y sonrisa de tu nieta, Dorita, que no solo lleva tu nombre
sino tus ojos, que son una luz en mi camino.
Te amo, Madre