Educación rural en pandemia
Escribe, Efraín Gómez Pereira
La educación pública en el ámbito rural sufre con dramatismo los efectos de la pandemia. Ya se puede hablar de un año perdido para estas zonas, donde las escuelas están cerradas, los profesores ausentes y los escolares abandonados.
El programa “Aprendo en casa”, que utiliza internet, televisión, radio y redes sociales, actualizó con dura crudeza, la enorme brecha la educación del país, no entre la pública y la privada, sino entre la urbana y la rural.
En el país, según la Defensoría del Pueblo, el 62,3% (51 165) de las escuelas públicas se ubica en zonas rurales, mientras que el 37,7% (30 965), en zona urbana; un millón 200 mil menores estudian en las escuelas públicas rurales.
Estas cifras señalan el difícil derrotero para ese millón 200 mil escolares y para más de 100 mil docentes rurales. Ambos afrontan los mismos retos que sus pares urbanos, pero con diferencias abismales en tecnología, conectividad, economía; aspectos sustantivos para garantizar una educación de calidad.
Según el INEI, en los hogares rurales, sólo 5,7 tiene internet y 6,7 computadoras. Los estudiantes, además de “asistir” al colegio, trabajan en apoyo a sus padres en agricultura y ganadería.
Sería ideal que la tecnología esté al alcance de todos. Sin embargo, la realidad está lejos de este sueño. Los medios informan que en diferentes regiones del país, los escolares y maestros hacen maniobras en los cerros para alcanzar señal de internet. Hay casos dramáticos que resumen una realidad a la que no estábamos preparados.
En ese sentido, lo que sucede en las escuelas del distrito de Lambrama, es la fotografía que muestra la realidad de la educación rural en época de pandemia. Los centros educativos permanecen cerrados. Los docentes hacen malabares para ubicar a sus alumnos. La mayoría de docentes se encuentra en Abancay. Las comunidades alejadas no tienen señal de internet, radio ni telefonía.
Los estudiantes, sin horarios ni pautas rigurosas, hacen lo que pueden para cumplir. Se les ve a diario en las actividades productivas tradicionales, ayudando a sus padres en las chacras, en los wasichakuy, llantakuska y en los wacamarkay.
En el IES “Guillermo Viladegut Ferrufino”, con 143 alumnos en secundaria, la inasistencia llega a un 20%. En el IE “Virgen de Fátima”, con 72 alumnos matriculados, el ausentismo supera el 10%. Los alumnos atienden “Aprendo en casa” a través de TV Perú.
Los márgenes de ausentismo en las escuelas ubicadas en las comunidades y anexos del distrito son más dramáticos. En estas zonas distantes no hay señal de internet. ‘Aprendo en casa’, se imparte a través de radio municipal, que tiene alcance limitado. La demanda de los docentes y autoridades es tener acceso a internet libre en todo el distrito.
A poco más de tres meses para que acabe el año, hay dos vías: Una, asumir el fracaso del año escolar; dos, esforzarse desde los sectores: Educación Transportes y Municipios, para extender la conexión de internet a las comunidades alejadas.
Esta experiencia dejará una lección clara para que el próximo año escolar, ya sea remota o presencial, debe tener como base, el soporte de la tecnología y para ello son necesarios, señal de internet y equipos que deben ser proporcionados por el Estado, en los plazos oportunos.
Mención especial para aquellos maestros que en esta etapa de riesgos, se han esforzado por capacitarse y adecuarse a los retos de la tecnología, abriendo sus viviendas como salones de clase, dejando visible su privacidad familiar. También para los padres que acompañan a sus hijos en la responsabilidad de salvar el año escolar, así como a las autoridades que se han esforzado por apoyar el trabajo de cada eslabón educativo.
A los estudiantes, entender que se trata de un año especial, una situación que nadie esperaba. Acompañarlos en comprender que son parte de una generación que deberá aprender de esta difícil situación para plantearse retos para el mañana; pues, el futuro es de ellos.