martes, 9 de mayo de 2023

San Blas, la iglesia de Lambrama

 

San Blas, la iglesia de Lambrama

Escribe, Efraín Gómez Pereira

Es uno de los objetivos más buscados para las fotografías que perennicen un recuerdo. Su belleza arquitectónica -aunque castigada por el paso de los años-, su céntrica ubicación y, sobre todo, la enorme carga histórica que sostiene, acumulada en muchos años ¿cuatrocientos?, relacionada con el pasado, presente y futuro de los lambraminos, las hacen única.

Su prestancia en primer plano, siempre con el azul lozano y nubes blancas del cielo serrano y el verde alegre de bosquecillos de eucaliptos y lambras en las praderas del entorno; las sombras que se dibujan en sus añejas paredes de cal y piedra; su incomparable vista de contrastes de la torre y sus tres emblemáticas campanas del Chincapum; son una gran atracción para propios y extraños.

No habrá lambramino que no se sienta orgulloso de su “iglesia colonial”, aunque no repare en su precariedad y vulnerabilidad a los daños, y no conozca su propia historia, pues no hay registros bibliográficos que nos acerquen a conocerla en toda su dimensión cultural. Se dice que fue construida en los años 1600, hace cuatrocientos años, y sigue incólume, aunque con las riesgos y advertencias descritas anteriormente. Aun así, es el orgullo de los waqrapukus.


  San Blas de Lambrama, iglesia colonial que debe protegerse.

Normativamente, la Iglesia San Blas de Lambrama, forma parte del Patrimonio Cultural de la Nación, pues está reconocida como Monumento Histórico del Perú, mediante RM 0928-80-ED, aunque parece lírica esa declaratoria, pues poco o nada se hace por su preservación o conservación. Se dice también que existe un perfil técnico en el ministerio de Cultura, esperando se declare Patrimonio Cultural, hecho que habilitaría las vías para su necesaria restauración.

Mientras tanto, no hay mano humana que pueda hacer algo al respecto, pues chocaría contra un monumento histórico. Tampoco hay un ente oficial que tome las decisiones para actuar, pues le falta precisamente eso: decisión.

Hace unas semanas estuve de visita en Lambrama y coincidió con el oficio de una Misa en honor a San Marcos, Patrono del pueblo. La iglesia cobijaba en sus bancas que ocupan un tercio del ambiente, a un buen número de lambraminos, escuchando al sacerdote que viajó desde Abancay para la celebración religiosa.


Por fuera y por dentro, sigue siendo la misma iglesia que rememoro de mi infancia, hace más de medio siglo. Algunos cambios y mejoras que no destacan. Paredes externas e internas que piden a gritos auxilio frente a la humedad y las raíces de los pastos que se enmarañan en sus grietas. El pasto y mala hierba invasores en las afueras, tratadas con singular respeto. Descuido y despreocupación ciudadana.

Para la ocasión, el “carguyoq” de la fiesta comunal se esmeró en vestir de flores y velas los interiores del altar, haciendo vistosa la imagen bien iluminada. ¿Flor de un día? Pero, el “pero” sigue machacando el pedido de auxilio de la iglesia lambramina.  

La mirada de un experto podrá identificar el detalle de los daños y riesgos. Podrá plantear las acciones necesarias que permitan su mantenimiento y restauración, respetando los conceptos de monumento histórico, que es intangible.

Antaño, el techo era de teja que hacía armonía con la construcción de piedras. Los severos daños descubiertos en gran parte del tejado obligaron a las autoridades a optar por el cambio total y vistieron de calamina el monumento, afeando su arquitectura.


Recuerdo que en el lado izquierdo del templo había un “parque infantil” con subibajas y columpios que eran nuestra máxima diversión. Nunca nos enteramos, entonces, que jugábamos sobre los restos de un cementerio. En la actualidad es un campo abandonado, lleno de pastos y mala hierba.

El lado derecho comulga con la escuela, más precisamente con el patio de honor, donde también hacíamos travesuras de deportistas novatos, de día o de noche, hasta que las luces de las once de la noche se apagaban por obra y gracia de las manos de don Cirilo o del tío Mario. La parte trasera de la estructura, también descuidada, es usada como depósito o corral de animales menores, por algunos vecinos.


En la parte delantera de la iglesia se ha impreso, hace más de 25 años, una peculiaridad que dice: Catedral de Lambrama, identificación que supera cualquier atrevimiento. Aun así, mantiene sus dos especies de balcón con columnas, en los que jugábamos a las escondidas. La puerta añeja de madera también añeja, mantiene su estructura artesanal que esconde miles de historias.

El Altar Mayor que guarece imágenes de santos que los lambraminos adoran, luce el deterioro del descuido. El acceso al campanario es una escalera de riesgos latentes. A pesar de este detalle, el recordado Patita, era el artista del Chincapum, quien superando su discapacidad se trepaba a la torre, avisando a los lambraminos de una faena, una asamblea o del adiós de uno de ellos.


Se hace necesario que las autoridades locales y comunales tomen el toro por las astas, y mediante una campaña que involucre a los lambraminos diseminados en todos los confines, trabajen por lograr se declare Patrimonio Cultural. Los residentes lambraminos en Abancay, Cusco y Lima, que están organizados, deben incluir en su agenda esta tarea.

La iglesia San Blas, escenario de fiestas costumbristas, de uniones y adioses, de historias escritas y por escribir, es una joya arquitectónica olvidada que merece respeto y atención de los propios lambraminos. No solo es tomarse fotos y sentirse orgulloso, sino actuar. Ya es tiempo. A ver, ¿qué dice el alcalde Ignacio Chipana?


martes, 2 de mayo de 2023

José David, apurimeño ilustre

JOSÉ DAVID, APURIMEÑO ILUSTRE 
Escribe, Efraín Gómez Pereira 

El pasado 26 de abril, fue una jornada emocionante. Aplausos y hurras para un selecto grupo de apurimeños que fueron declarados por el gobierno regional, personajes ilustres de Apurímac. 
Las celebraciones por el sesquicentenario de nuestra región, tuvieron su cuota de emoción y calor familiar, en el encuentro convocado por la gerencia de desarrollo social, para entregar resoluciones directorales y una placa conmemorativa de los 150 años de creación política de Apurímac, a profesionales, artistas, docentes, trabajadores, promotores, empresas y empresarios que destacan por sus aportes en bien de la región. 
Para mí, disculpen el tono personal, fue un momento de especial connotación familiar. Mi hijo, José David Gómez Pineda, artista con síndrome de Down, que además de practicar varios instrumentos, es un activo promotor de los derechos de personas con discapacidad, precisamente a través del arte, que es su pasión, recibió el reconocimiento regional. 
Emocionado y serio, impecablemente vestido para la ocasión, José David, se dio tiempo y pausa, para explayarse con los sones del Himno a la Alegría, con su amiga flauta, recibiendo una ovación, también emocionada del auditorio. 
José David, es músico, bailarin, clown, chef, animador y un joven que no se detiene ante nada. Entusiasta seguidor de cantantes y grupos de cumbia y de huaynos sureños, se sabe las canciones de sus preferidos, que las tararea en donde esté. 
Lo he dicho muchas veces, sus logros son hechura de su madre, Gloria, experta en el tema de inclusión y discapacidad, quien no se detiene al igual que José David, en promover los derechos de las personas con discapacidad, tema lamentablemente ausente en importantes escenarios públicos y privados.
El arte y compromiso que lleva en sus  venas, fruto de un intenso trabajo durante 27 años, le han permitido viajar a otros países donde comparte no solo su emoción de artista, sino su vocación para promover derechos, muchas veces esquivos del entorno familiar y social. 
Su trabajo permanente le ha merecido además, recibir reconocimientos de diversas entidades en el país y extranjero. 
Ha viajado a Chile, Ecuador, Colombia, Argentina, México y Estados Unidos y viene preparando maletas para un próximo periplo por Ecuador y Colombia.
Un orgullo que llevo en el corazón y una lección para las familias que tienen un José David en su entorno, de que discapacidad no es incapacidad.