domingo, 12 de febrero de 2023

Nilo, el cine de mil recuerdos

 

Nilo, el cine de mil recuerdos

Escribe, Efraín Gómez Pereira

“Turco ratero, devuélveme mi plata” … Que levante la mano quien no coreó este estribillo de manera reiterada, bullanguera y acalorada cuando era un adolescente, piki o joro abanquino. O, mejor, que comparta alguna anécdota juvenil relacionada con este grito del recuerdo que nos lleva a la céntrica calle Arequipa de los años 60 a los 90, en nuestra añorada Abancay.

El grito lanzado en coro musical desafinado, hermanaba a pobres y ricos; grandes y chicos ubicados en las butacas de la exclusiva y discriminadora platea; o en las multibancas de la democrática y popular galería del cine teatro Nilo, el primer escenario cultural de la ciudad, lugar de concentración de abanquinos de todas las condiciones.

La causa para este reclamo bullicioso era que la película que se proyectaba sobre un enorme ecran, se había detenido por alguna falla técnica. La protesta se calmaba solo cuando la cinta volvía a correr y las voces e imágenes –a colores o en blanco y negro- dominaban nuevamente el recinto.

El turco, hombre espigado de tez blanca, muy blanca, algunas veces subía hasta la galería con una vara de madera y una linterna y apuntaba a todos lados, generando un silencio sepulcral. Apenas abandonaba el espacio, la batahola regresaba con más furor.


Fachada actual del edificio que albergaba al cine teatro Nilo. Hoy dedicada al comercio variado.

No recuerdo cuántas veces habré gritado desde la galería o “gallinero”, una andenería de madera sobre madera, hasta donde se ingresaba por una puerta lateral del edificio de dos pisos, subiendo una escalera estrecha, tras entregar el boleto a un encargado, que generalmente era un muchachón negociable. A veces merodeaba “el mudo”, un fortachón de cabello lacio y grasoso que se arrogaba ser el brazo derecho del dueño.

La platea era un espacio más bien conservador, con butacas personales de a seis, en tres filas, que ocupaban todo el primer piso. El acceso era llamativo, con cortinas y mamparas y piso alfombrado, al menos en el hall de ingreso. La tarifa costaba casi el doble de la galería. La pausa –cinco minutos de intermedio- anunciaba la prohibición de fumar en la sala e invitaba al hall para hacerlo.

Pagando, de gorrero o negociando unos centavos con el controlador, tuve ocasión de ver muchas películas de pistoleras, mexicanas, musicales, guerreras, terroríficas, bíblicas, hindúes, “kunfuyadas”, o hasta de “mayores de 21”. Mis vecinos, los hermanos Aedo, mozalbetes como uno, nos franqueaban el libre acceso, la mayoría de veces.

Nicolás Abuhadba Hani, fundador de cine Nilo. Foto archivo de Luis Aguilar Serrano

El cine Nilo era el lugar donde la muchachada abanquina daba rienda suelta a sus expectativas de fin de semana. De lunes a viernes, había funciones de vermut y noche, casi imposible para los escolares. Sábado y domingo, se agregaba matiné, ideal para los joros. Había que juntar sencillos de las propinas si tenías la dicha de que papá o un tío querendón te estire la mano. Los fines de semana también se presentaban programas musicales en vivo, con artistas nacionales de renombre.

Tras gozar casi extasiado la matiné del domingo, teníamos tema de conversación durante la semana. Dependiendo qué peli se había visto, nos convertíamos en el “jovincha” de las coboyadas o el espadachín de las otras, en las que el héroe nunca moría, ni siquiera resultada herido con un rasguño, tras crueles luchas.

Recuerdos, miles de recuerdos. (Foto álbum familiar Abuhadba)

Muchas generaciones de abanquinos, hombres y mujeres, deben tener en memoria, recuerdos gratos vinculados con el cine Nilo. Hoy, al ver su fachada, o fotografías de antaño que circulan en las redes sociales, mostrando la crueldad del abandono al que se ha expuesto, no queda más que pedir perdón a tanta falta de humanidad y rogar que pase algo trascendente para cambiar su rostro.

Galería o "gallinero" del cine, lugar de miles de historias. Foto archivo de Luis Aguilar Serrano

Ese cine de mil historias ha caído en abandono, víctima de la modernización. Tras la muerte de su fundador en 1990, el inmigrante palestino Nicolás Abuhadba Hani, que había llegado con su señora Natividad Sanzur Apuchare, a inicios del siglo XX; las funciones se limitaron a lo básico y la masificación de la televisión alejó al público de esa plaza cultural de diversión. Hoy es un edificio antiguo, declarado Patrimonio Cultural de la Nación y sus áreas céntricas han sido destinadas a comercios de diferente línea.

Platea del cine Nilo. Abandonada a la espera de un milagro. Foto archivo de Luis Aguilar Serrano

Este año se cumple 97 años de la inauguración del cine teatro Nilo de Abancay, y la historia parece haberse estancado, pues desde hace 20 años, que es joya cultural, nadie hace nada por su recuperación. El gobierno regional o la municipalidad provincial deberían asumir ese rol y tras una legal expropiación, hacer los arreglos necesarios y proyectarlo como un lugar de encuentro cultural que tanta falta le hace a nuestra ciudad capital de región.

Ese sería un gran reconocimiento y homenaje al turco más abanquino de los abanquinos, don Nicolás Abuhadba Hani, un gran innovador de sus tiempos, que seguramente, con un eterno cigarrillo en los labios, sonreirá mirando desde la eternidad donde se encuentra, la fachada de piedra de granito labrado que lleva todavía su sello personal: NJA 1926.