miércoles, 30 de diciembre de 2020

El drama de los abandonados en Lambrama

El drama de los abandonados en Lambrama
Escribe, Efraín Gómez Pereira

Fernando y Sayla, son adultos del distrito de Lambrama, en Abancay, que forman parte de las nefastas estadísticas de personas con discapacidad que viven marginadas, olvidadas, abandonadas o amarradas para que “no (se) hagan daño”, sin que los programas sociales o las autoridades reparen en este drama, que está ahí, con ellos.

Son dos casos, que por causa de la ignorancia de sus padres o el desinterés de su entorno, quizás ni estén inscritos en el Registro Nacional de Personas con Discapacidad, del Instituto Nacional de Estadística e Informática – INEI, que para el caso de este distrito tiene, a noviembre del 2020, registrados a un total de 59 personas en esa condición, 37 varones y 22 mujeres. Apurímac registra 6925 casos. Por provincias: Abancay 1807, Andahuaylas 2733, Chincheros 942, Aymaraes 649, Grau 363, Cotabambas 242, Antabamba 189. Obviamente hay más casos no registrados, desconocidos, anónimos, escondidos. 
Fernando y Sayla, requieren atención. Un reto para las autoridades y profesionales lambraminos. 

En Lambrama, este drama, esta dura realidad, va de la mano con los elevados niveles de pobreza y pobreza extrema enraizados en el distrito y 19 sus comunidades, donde el Gobierno da la cara de manera relativa y marginal, a través de programas sociales destinados a mitigar en algo las falencias de la presencia estatal, y de las apremiantes necesidades de miles de comuneros que arrastran la pobreza desde siempre. ¿Para siempre?

La regidora provincial Rufina Sarmiento, natural de Lambrama, reveló los casos de Fernando Mota Kari, 52 años, y de Sayla Huallpa Gamarra, 32 años, a quienes ubicó a través de la subprefecta distrital, Ignacia Villegas. Los familiares de ambos recibieron apoyo con víveres y el ofrecimiento de coordinaciones con el personal del Centro de Salud del distrito para hacer el seguimiento correspondiente. Más aun en esta época de emergencia sanitaria.

Fernando vive con sus padres ancianos, la madre sorda, en el sector de Paccaypata. Permanece fuera de casa en el día, amarrado a un arbusto, en una situación deplorable, como un animalito herido, descuidado. Ni siquiera intenta escapar. Las dificultades que los padres deben afrontar para atenderse a ellos mismos, se hacen más penosos con el caso de su hijo. En su ignorancia y sus limitaciones, se ven precisados a “asegurar” a Fernando “para que no se haga daño”.

Fernando vive su propio mundo. Ajeno a su entorno. Sabe, sin embargo, que tiene que estar amarrado, porque sus padres así lo decidieron. Sabe que debe comer en algún momento del día y espera el plato de comida. Sabe que debe hacer sus necesidades y avisa con gestos. Muchas veces el aviso se hace cuando ya no hay remedio, sumando dolor al drama diario. 

La madre, recuerda entre lágrimas que hace dos años pidió apoyo, sin respuesta, a las autoridades del distrito. Hoy vive resignada, “hasta que nuestro Señor Dios decida”.

En tanto, Sayla Huallpa Gamarra, lambramina de 32 años, vive encerrada en un cuarto, “porque se puede ir a cualquier parte”. Para sus padres es una gran preocupación, porque si tiene ocasión, al menor descuido, da un paso, dos y se encamina sin rumbo, buscando algo en la plaza del pueblo, sometida a los riesgos. Deambula por las calles, por las carreteras, exponiendo al peligro su propia integridad, su situación de discapacidad, su condición de mujer joven e indefensa. 

En su ignorancia y pobreza, los padres sin apoyo ni orientación, entienden que un candado es más seguro y confiable. Esa “confianza” hace que Sayla, en su aislamiento, haga sus necesidades en su mismo cuarto, recibiendo las reprimendas paternas. No entiende lo que pasa. Solo ríe. Mira lejos, hacia los cerros, concentrada, ensimismada, la mirada perdida. Es una muestra de miles de Sayla que viven esta realidad en el Perú.

La regidora Rufina Sarmiento expuso estos casos ante la sesión del Concejo Distrital de Lambrama, y solicitó atención para las personas vulnerables del distrito y sus comunidades, diseñando estrategias humanitarias o creando un área específica para tal fin. “Solo encontré como respuesta la indiferencia, la inoperancia, la insensibilidad de las autoridades”, revela con real y evidente molestia.

Es necesario generar un programa distrital que destine recursos y atención a personas con discapacidad, adultos mayores, personas en abandono, huérfanos, con problemas de alcoholismo. Para ello, es urgente levantar una base de datos sobre este sector abandonado de nuestra población. 

Si los programas sociales no lo pueden hacer, o lo hacen a medias, si las autoridades locales son indiferentes; entonces los centros sociales, las organizaciones de residentes lambraminos en Lima, Cusco, Abancay y otras ciudades, deben asumir este reto. Ya lo vienen haciendo con Patita, con muchos lambraminos en pandemia. 

Hay una rica y enorme veta social que requiere de una mirada humanitaria, comprometida. Reto para los profesionales lambraminos e hijos de lambraminos, que son muchos y aun no ponen su cuota de apoyo por el pueblo que los vio nacer; para los empresarios de esta tierra que han progresado en otros lares. Por lo menos hagamos el intento. Nos sentiremos bien.