viernes, 27 de junio de 2025

Zoila, lambramina de Roble

Zoila, lambramina de Roble
Escribe, Efraín Gómez Pereira

El jirón Cajatambo, en Chacra Ríos Norte, Lima, una calle estrecha de apenas un par de cuadras, está marcado en mi “disco duro” como un elemento imborrable, que ningún hacker ni virus podrá eliminar. Ahí está la vivienda de Zoila Perpetua, la hermana mayor de los Gómez Flores, de Lambrama.

Ahí recalé todavía muchachito, pelucón y pantalón campana, hace casi cinco décadas, con quinto de media y una talega llena de sueños, ilusiones y esperanzas. Es el primer capítulo de mi vivir en el tránsito de la adolescencia a la juventud y del camino que me llevó a la madurez, a alcanzar una profesión, a forjar familia propia en esta ciudad de luchas y expectativas.  
Atrás quedaron Lambrama y sus añoranzas, Abancay y sus ensueños. Pueblos a los que, sin embargo, llevo arraigados en las entrañas, en el corazón y la mente; y los visito con rigurosa disciplina una a dos veces al año.

Han pasado los años y los avatares del destino han limitado nuestra presencia cercana. Mantenemos, sin embargo, como toda familia unida, un férreo cordón que nos conecta en afecto y cariño que hemos extendido a nuestros hijos; mis sobrinos y sus sobrinos. Hay fechas emblemáticas que nos encuentra en abrazos y recuerdos.

La casa del jirón Cajatambo es el imán que atrajo a muchos familiares, hermanos y primos de Zoila, a quienes nos acogió con el mismo calor que los brazos de la prima, de la hermana mayor. Desde sus intimidades hemos salido a buscar el pan del día, en ocupaciones de diferente modalidad, a forjar destinos propios en colegios, universidades, ejército. En sus ambientes hemos zapateado huainos, carnavales y cumbias, en jornadas de alegría inigualable. 

Todos, sin exclusiones, hemos recibido el sincero afecto de las manos abiertas de Zoila y Manuel, su esposo, en etapas en que el apoyo para quienes inician la larga ruta hacia la madurez es necesario.

El respeto entre todos es una característica enorme que heredamos de nuestros padres; Gregorio, en su caso y, Laureano, en el mío; y que transmitimos a nuestros hijos como algo natural. Somos solidarios y no tenemos limitaciones a la hora de compartir.

Trabajadora desde muy niña, Zoila supo encaminar su rumbo a través de la fuerza, dedicación y esmero en los negocios. Fruto de ese esfuerzo, sus hijos son profesionales exitosos y, sobre todo, personas de bien. Marco, médico en Europa, Hernán, alto oficial del Ejército y Sara, periodista en Europa. Un gran logro que admiramos quienes los queremos.
Hoy, Zoila Perpetua, la prima, la hermana mayor, la lambramina que llegó a Lima muy joven, adolescente aún; la madre de sus hijos, de sus nietos, de sus hermanos, de sus sobrinos y primos, cumple ochenta años, la edad del Roble. Ocho décadas que la encuentran en plena juventud otoñal, con lucidez y fortaleza envidiables. Siempre alegre, siempre afectuosa, siempre jovial.

Ocho decenios que marcan una historia personal y familiar que merece un cuadro, una medalla, un galardón. Zoila, mi querida hermana mayor, merece todos los reconocimientos; y quienes la conocemos sabemos que es lo justo. 

Muchas gracias por todo, querida Zoila. Sabes el enorme valor que tienes en nuestras vidas. Sabes que te queremos, no solo como prima, sino como hermana, como Madre. Larga vida para ti, para que sigas alegrando nuestras existencias.