viernes, 25 de agosto de 2023

Supersticiones lambraminas

Supersticiones lambraminas
Escribe, Efraín Gómez Pereira

“Alamerda caraju, qencha paya” grita visiblemente contrariado mi padre, don Laureano, y repentinamente suspende el viaje de negocios que tenía programado. ¿Qué sucedió?. Montado en su mula Roma, un bayo criollo grande de buen porte con su inseparable ichur, que hacía sonar musicalmente los herrajes de sus cuatro patas, el caballero lambramino regresa a casa, después de apenas un minuto de haber salido.
En la esquina que da la calle Sucre, con la que conecta al puente de Chacapata, se cruzó doña Emilia, una mujer de la vecindad, que a las 4.30 de la madrugada no tenía que haber estado allí. Era hora de que debía estar durmiendo. Ni los pichinkos, tuyas y piscalas habían despertado para iniciar el concierto musical de madrugada. Pero los presagios son así y Laureano, se dejaba llevar por estos detalles.
Una mujer que se cruza en tu camino al inicio de un viaje trae, definitivamente, mala suerte y había que dejar el periplo para otro día. En cambio, si era un varón o un muchachón el del encuentro, entonces todo pintaba a que sería de buen augurio y Laureano, se daba maña inclusive para dar una propina al de la “buena suerte”.
¿Cuántas veces habrá sorteado estos causes mi padre?. Para asegurar el buen viaje, coordinaba con Alejandro, “Acchiruntu”, un ccorito de Chacapata, para que a cambio de una moneda que alcanzaba para una gaseosa Ñusta, lo espere en la primera esquina y ¡oh, maravilla!
Como esta superstición y creencia lambramina, hay muchas otras de las que tengo claro y nostálgico recuerdo y trataré de encasillarlos en breves líneas, en la idea de sacudir la memoria de mis paisanos, quienes al leer este texto, no solo puedan sonreír, sino rememorar y compartir sus recuerdos.
En los desayunos de Tomacucho, siempre había un plato grande de canchita de maíz chulpi. Genaro, se hacía de un manojo y las soltaba al plato de dos en dos. Si en la palma quedaban tres, sería un buen día. Si quedaban pares, ayayay.. a repetir el juego.
Antonio o Antuco, el eterno secretario de la casa de Tomacucho, se frotaba las manos con una amplia sonrisa, cuando al ajustar el cinchón del “yana mula” cargado de leños de unca en el prodigioso valle de Tanccama, el cuadrúpedo dejaba escapar un sonoro pedo. “Ay taitacha Dios, buena suerte, caraju”.
La tía Ceferina  se persignaba hasta tres veces seguidas de manera acelerada y sincronizada, al escuchar en la copa del gigantesco nogal de la huerta junto al río, el gorjeo lastimero de una pakpaka o búho. “Cacallau, picha huañurunka”. “Pobre, alguien va a morir“. Al día siguiente, Patita anunciaba con el doloroso tañer del Chincapum de la Iglesia San Blas, la partida de un llactaruna. 
Con desesperación la tía Santusa, pide a su hija Evangelina, matar a la fea, grande y negra chiririnka, que se asoma por la puerta de la casa. Una mosca grande con un zumbido inconfundible, que se da de porrazos contra las paredes de la habitación, venía a anunciar el viaje sin retorno de algún familiar. La mosca fue aplastada con una ojota y la muerte postergada, hasta nuevo aviso.
La tía Jesus, advertía a sus traviesos hijos, en cada oportunidad posible, sobre los riesgos de ver, escuchar o hacer algo que pudiera tener consecuencias dolorosas. Los pikis escuchaban los consejos y, muchas veces, se evitaban situaciones enojosas. Coincidencias o no, son hechos que perduran en el imaginario, en la mente y en el quehacer de los lambraminos y seguramente de otras latitudes andinas.
La sorpresiva presencia en las puertas de la casa de una libélula o kachikachi, es presagio de la visita de alguien muy querido y esperado. Entonces había que preparar detalles y agregar un plato en la mesa.
Si un pedazo de carbón se pegaba en la base de la olla de barro, se anunciaba la muerte de algún familiar o allegado. Si el leño del fogón estallaba con chispas o botaba espuma (leño húmedo sobre todo) se advertía violencia en la casa, producto de la borrachera del esposo.
Las abuelas eran generalmente, quienes transmitían los mensajes y advertencias de buen o mal augurio, sobre todo a los menores de la casa. Muchas de estas, coincidentemente se hacían realidad o se hacía algo para que se cumplan y el suelo esté parejo.
No tomar agua en los puquiales, porque te pueden quitar el alma. No mirar el arcoíris o kuichi, porque trae enfermedades muy peligrosas. No mirar de frente a un sapo, pues al respirar se llena de aire llevándose la sangre del menor.
“Aman punkuwan pukllaychu”. No juegues con las puertas batiéndolas de un lado a otro, porque puedes terminar en la cárcel. “Ama layanpi chihuacuta jibeichu” No hondees a un chihuaco, puedes perder la puntería.
“Aman calabazata urmachinkichu; churiyki opan kanman” No hagas caer la calabaza, tus hijos pueden nacer opas. “Aman konchata ichinkichu” No saltes encima del fogón, trae mala suerte. Aunque en este tema, también se dice que trae fortuna por todo un año.
“Aman qoyllurta yapaychu, casinan churiykikunan aska kanman” No cuentes las estrellas, porque tendrás muchos hijos.
Seguiremos buscando más datos con la ayuda de mis paisanos, como mi primo Dino Pereyra, que anda rebuscando en su memoria.