jueves, 9 de febrero de 2023

Soy la Queuña lambramina

Soy la Queuña lambramina
Escribe, Efraín Gómez Pereira

Soy la Queuña, especie altoandina de troncos firmes y sedosos, de hojas brillosas; arraigada a las altas punas, donde impera el frío glaciar, los días y las noches heladas, la nieve y los vientos gélidos. Soy la vieja y bella señora de este paraje llamado Queuñapunku, la puerta de la queuña, que une en abrazo eterno a Lambrama con la laguna de Taccata, en homenaje a mi presencia milenaria. 

Soy de este lugar apacible por donde muchas veces has pasado sin siquiera mirarme, a pesar de los silbidos lanzados por mis hojas. Vivo en Queuñapunku, en un pequeño y añejo bosque, con mi familia, entre pajonales y waraccos, a pocos minutos del pueblo de Lambrama. Ahora que la carretera, en nombre del desarrollo, ha violentado mi entorno natural, estoy en grave peligro de desaparecer por la malicia humana. 
Queuña, recurso nativo de importancia. Fotografía de Smith Benites Ferro

Desde siempre he estado aquí, viviendo, creciendo y dando calor y techo a muchos lambraminos que se establecen en las inmediaciones, en hermosas y tradicionales chuklas, jatus, chozas o cabañas con techo de ichu o paja, desde donde cuidan sus riquezas de cuatro patas: las vacas, caballos y ovejas.

Soy leña que alimenta la tullpa o fogón de tus sabores, de tu riqueza, de tu pobreza; soy bastidor, dintel o cumbrera que soporta las capas de ichu compactado que cubre tu choza de los vientos y lluvias, generando un microclima especial que te permite resistir temperaturas extremas, bajo cero, cobijado sobre pellones de pellejos y bajo frazadas multicolores tejidas con lana de ovejas.

Soy parte de tu vida diaria y, a veces, no lo valoras. Soy tu aliado para afrontar el llamado “cambio climático”, soy soporte para las erosiones. Conmigo al costado, de frente o detrás, te tomas fotos con tu familia, porque soy la bella naturaleza. Bajo mis sombras se han consumado amoríos de muchos llactamasis. Ay, si te contara…
Tienes mis sombras para guarecerte del sol serrano y de las lluvias; para hacer cercos donde custodiar a tus animales. Soy lugar adecuado donde akacllos, kentes, pichinkos, hacen sus nidos seguros y confortables. Soy parte de tu vida. Tienes que reconocer mi importancia y trabajar, luchar para que te siga acompañando.

Según mi amigo José Yupanqui Pumapillo, quien ha venido muchas veces a visitarme, a cuidarme, hay necesidad de que mi especie sea parte importante de los programas de reforestación. Ya hay proyectos en 16 comunidades de Lambrama, donde el pino y eucalipto, tienen mayor espacio. Yo estoy en cuarto lugar, después de la tara. Está bien, pero también hay que lograr que se incluya a otras especies como la unca, motoy, tankar, tasta, chachacomo, quisuar que también crecen en alturas, aunque no tanto como yo. 

Es necesario que la comunidad de Lambrama se organice para que cuide mi existencia, así como de otras especies nativas, y no suceda lo que pasó con la unca, que fue depredada para hacer leña, por personas mal informadas y engañadas por otras.

Tienen que cuidar a sus animales, que también son mis amigos, para que no se coman mis brotes, mis hojas en crecimiento e impidan mi desarrollo. Todo debe ser controlado, como antes. Deben levantar cercas para asegurar los plantones sembrados por los programas estatales. Más de cinco mil plantones se han sembrado en las laderas de mis cercanías que van creciendo hermosos, pero necesitan mucho cuidado. 
Un promotor que conozca el manejo de bosques debe encargarse de capacitar y orientar a los comuneros que me miran como un recurso inagotable. Cuidado, que puedo desaparecer por irresponsabilidad del propio hombre.   

Cuidando mi existencia, controlando mi manejo, evitando que abusen de mi pasividad, impidiendo se lleven palos, ramas, hasta mis raíces; seguiremos siendo aliados y garantizaremos que los páramos, los pajonales, los humedales y los nevados de mi entorno sigan generando ambientes donde la vida silvestre y doméstica vayan de la mano. Donde las vizcachas, pumas, zorros, unchuchucas, huallatas, perdices, ajenjos, patos y gallaretas puedan buscar sombra y seguridad.

¿Sabes?, el campesino de estas partes, el poblador que vive en las cabañas cercanas, entiende mi existencia, valora mi importancia. Solo usa de mis partes lo necesario, nunca de más. Somos muy amigos. Los citadinos en cambio, esos que pasan en sus carros o vienen de turistas, nos maltratan, nos dejan sus basuras, se llevan mis ramas juveniles por gusto, hasta se orinan sobre nosotros. No tienen valores.
Ah, me olvidaba. Soy una especie que puedo crecer por encima de los 5000 metros, soy el árbol más resistente al frío. La quema de pastos para “llamar a las lluvias” me afecta demasiado. Hay tarea conjunta para asegurar mi existencia y la de otras especies que viven conmigo, como las yaradas, chachacomos, ichus, sotomas, surfus, jizas. Visítame de vez en cuando, con tu familia y, al conocerme, te enamorarás de la bella naturaleza. Aunque tengo los troncos chuequitos, a causa de los fríos vientos y nevadas que debo soportar, mis abrazos son calurosos, sinceros. Te espero.

Fotografías de Smith Benites Ferro.