Una sonrisa navideña en Chirhuay
Escribe, Efraín Gómez Pereira
¿Cómo sacarle una sonrisa a un niño de zonas rurales, en quien muchas veces nadie repara, no reparamos? ¿Un chiste, una cosquilla, otra sonrisa? Noel León Echegaray, lambramino de Chirhuay, tiene la clave: Amor, afecto y abrazos acompañados de un regalo navideño.
Esa clave se repitió el domingo pasado, por quinto año consecutivo, en la antigua y aún vigente casa hacienda de la familia León, en Chirhuay, hermoso y pintoresco paraje ubicado en la ruta carretera que une Abancay con Lambrama, donde se desarrolló la Navidad del Niño Lambramino.
Todo estaba programado con mucha antelación. Los regalos enviados desde Lima, por un dinámico, entusiasta y comprometido Franklin, los ajetreos para hacer las canastas con juguetes, regalos, panetones, chocolatadas, a cargo de Iván y Noel, primos más que primos, hermanos, causas; la alegría de los payasos, la custodia policial, todo estaba garantizado.
Los hermanos León Pareja y León Echegaray, cada uno con sus respectivas proles de hijos, sobrinos, primos, amigos, sumando ganas y voluntad para que la Navidad del Niño Lambramino se desarrolle en calor festivo en las intimidades de la casa hacienda. Chirhuay ya estaba en los planes navideños de la familia León, antes que las bullas políticas alteraran muchas actividades. Ningún paro o bloqueo de carreteras podía detener ese compromiso felino. Y así fue.
“En medio de la incertidumbre política, mientras hay un descanso de gritos exaltados y violencia; en Chirhuay la familia León, recibió con entusiasmo a los niños de Sunchu, Soccospampa, Urpipampa, Siusay y poblados aledaños, para darles alegría, sonrisas y esperanzas. Con satisfacción en nuestros corazones, vimos muchas caritas de felicidad, llenas de esperanza y amor con la ilusión por la llegada de nuestro Niño Dios…”, resume Noel, el entusiasmo familiar.
Destacamos este ejemplo de solidaridad empujado por el desprendimiento de una familia que no olvida sus raíces, su pasado. Es, sin duda, una lección y homenaje a las enseñanzas del patriarca Máximo León Pinto, el inolvidable abuelo que hizo de Chirhuay, una posada para la familia, para el andariego, para el vecino, de eso hace varias décadas. La casa hacienda está en proceso de rehabilitación para que, conservando su arquitectura original, se recupere no solo para la familia, sino para todo aquel que busca conocer la historia, el pasado.
Este gesto navideño de los León en Chirhuay, también se repite con otras familias lambraminas, que con la misma intención de sacarle una sonrisa al niño de su pueblo, convoca y organiza chocolatadas y entrega de regalos, en diferentes comunidades de Lambrama.
Chirhuay no solo es el sello-escudo de una respetada y reconocida familia que desde inicios de los años 1900 afincó en esa belleza natural, rodeada de bosques de retamas y eucaliptos y matizada con los cantos sonoros de las aguas cristalinas del río Lambrama; es también foco central de una estrofa del huaino “Candadito”, que viene a ser el himno de los lambraminos: “Kantak kanki triguchamanta, ñokatak kasak cevadamanta… Kuska, kuska purachallata, Chirhuay molino, kutallahuasun”.
El huaino evoca a una reliquia pétrea ubicada en el punto que hoy se denomina precisamente Molino, que antes estaba dentro de los linderos de la hacienda. El molino de Chirhuay es por hoy, solo canción hecha huaino. Nadie sabe dónde se encuentra. Talvez atrasada por algún inescrupuloso que lo enajenó, o talvez enterrado bajo tierra y piedras del olvido.
Tarea para los Leones y para los lambraminos que aman su tierra, poner en agenda la búsqueda de esa riqueza cultural, de valor terráqueo y sentimental, pero también de peso histórico y cultural. Ojalá alguna autoridad comunal o edilicia se apunte en esta tarea que podría tener un final feliz. Mientras tanto, sigamos el tono de “Candadito”, con el dúo Lambralma, de Dino Pereyra y el desaparecido y recordado Lucas Molina.