miércoles, 13 de noviembre de 2024

Lambrama en sus 185 años

Lambrama en sus 185 años
Escribe, Efraín Gómez Pereira

Noviembre es mes de celebraciones en Lambrama, que el próximo 19, cumple 185 años de existencia política. Aquejado aun por las brechas sociales, su población se ubica en el quintil 1, es decir, entre los distritos con mayores carencias y más necesidades básicas insatisfechas. En pocas palabras, se encuentra todavía en niveles de pobreza y pobreza extrema.

De acuerdo con un reporte actualizado, a mayo de 2024, por la Dirección General de Seguimiento y Evaluación del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social - MIDIS, el 55% de la población de Lambrama, tiene al menos una necesidad básica insatisfecha, colocándose en el orden 31, entre los 84 distritos de la región Apurímac.
Lambrama y su hermosa Plaza, siempre con cielo azul. 

La anemia infantil, que es un drama nacional, afecta al 28% de los menores lambraminos entre 6 y 35 meses de edad; y al 23% de los niños entre 6 meses y cinco años.

Los programas sociales del gobierno a través de sus intervenciones aisladas o coordinadas han permitido de alguna manera, acortar estas brechas, que deberían ser mejor aprovechados y capitalizados por los gobiernos locales, buscando la suma de esfuerzos, de la que no debe estar exenta la minería. 

Según el Instituto Peruano de Economía (IPE), la presencia de la minera Las Bambas, ha modificado notablemente el mapa de la pobreza en Apurímac. En 2012, nuestra región junto a Cajamarca era la más pobre del país. “Apurímac ha experimentado una reducción significativa en los niveles de pobreza, pasando del primer lugar en pobreza al puesto 16 en 2023”, señala IPE. Estas cifras sin embargo no se reflejan en el modo de vida de los apurimeños, menos de los lambraminos. Todavía. 

Los esfuerzos que realizan las autoridades ediles no son suficientes para satisfacer las amplias demandas pendientes y que están acumuladas por décadas. Tarea pendiente que debería formar parte de una agenda distrital que obligue a las organizaciones sociales y académicas, a los clubes sociales de residentes en Lima y otras ciudades, a articular intereses para elaborar un Plan de Desarrollo Concertado, que considere ejes principales de desarrollo en obras de infraestructura, ambiental, productiva y social, además de rescatar y poner en valor la enorme riqueza cultural de nuestro pueblo.
Lambrama, custodiada por el Apu Chipito

Precisamente refiriéndonos a la riqueza cultural de Lambrama, debemos destacar el trabajo que realizan los lambraminos que viven en la ciudad de Lima, agrupados en la Asociación de Residentes, para organizar jornadas y encuentros entre paisanos añorando la tierra y proyectando sus miradas hacia el valle de los waqrapukos. 

Durante la pandemia, dieron ejemplo de solidaridad a través del apoyo en telemedicina, entrega de bolsas de alimentos y la gestión de encomiendas enviadas desde Lambrama para las familias que viven en Lima.

Asimismo, el soñado proyecto del terreno propio ya es realidad y las familias de residentes no descansan en mirar hacia adelante, calculando futuras reuniones de trabajo, diversión, familiar, y de reencuentros, en esos ambientes.

Las fiestas costumbristas en honor a San Marcos, patrón de Lambrama, la fiesta de Todos los Santos, el aniversario del distrito, son ocasiones especiales marcadas en la agenda anual de los lambraminos en Lima. 

Para las celebraciones del centésimo octogésimo quinto aniversario, 185 años, la Asociación de Residentes ha programado una variada jornada que incluye música, arte, comida típica y encuentros deportivos entre comunidades y familias.

El próximo domingo 24 de noviembre, el local Coloso Matarino, ubicado en la primera cuadra de la avenida Canto Grande, en San Juan de Lurigancho, será escenario del encuentro de lambraminos para celebrar el aniversario del distrito. La convocatoria es desde las ocho de la mañana.

jueves, 31 de octubre de 2024

Abancay: calurosa y amistosa

Abancay: calurosa y amistosa
Escribe, Efraín Gómez Pereira

Abancay cumple ciento cincuenta años, su Sesquicentenario. Es relativamente una ciudad joven, en comparación a otras urbes como Piura, Lima, Huamanga, Cusco, Arequipa, que están ad-portas de coronar el medio siglo de existencia.

Esa juventud, sin embargo, no la aísla de arrastrar similares o más grandes problemas que las otras, con características parecidas en desorden urbano, inseguridad, contaminación ambiental, hacinamiento en el tránsito y otras que, en esta oportunidad, no tocaremos.

Queremos mostrarnos festivos, alegres, sugerentes y positivos con esta ciudad de la que nos sentimos orgullosos. Tan orgullosos que destacamos sin miramientos esa cualidad humana tan nuestra, de las expresiones cariñosas que se escuchan en calles, plazas, mercados, residencias. Papacito, mamacita, aquicito, yapita.

Orgullosos de nuestra ascendencia histórica en la presencia sempiterna de la imagen de nuestra Micaela, que vio la luz de la vida el 23 de junio de 1744, en Tamburco. Mujer, lideresa, heroína y ejemplo para el mundo. Valorada por haber sido pareja de Tupac Amaru, pero poco conocida en su integridad como estratega militar de gran dominio y poder durante la rebelión emancipadora de 1780. 

Hace unas semanas estuve en este bello y acogedor pueblo, celebrando con otros miles de pikis, el aniversario del colegio Miguel Grau, otro orgullo de nuestra tierra. Ocasión que nos permitió revivir la emoción del reencuentro con familiares y amigos, hecho que se repite con el mismo entusiasmo, cada vez que regreso al valle del calor y la amistad.

Abancay tiene de todo para todos. La comida variada, agradable y original, va de la mano con el amistoso cariño de los pikis en el que destaca el memorable tallarín hecho en casa, acompañado del estofado de gallina o cuy, chicharrón, japchi de chuño y mote blanco. Los hay en huariques, mercados, restaurantes populares y las abanquinas picanterías, que cada vez se multiplican en diferentes lugares, señal de un sostenido crecimiento económico.
Visitar el mercado central o el antiguo Huanupata, para degustar jugos naturales es una tarea inevitable que nos remonta a los años setenta del siglo pasado, cuando escolares Miguelgrauinos aun, desfilábamos en tropel con mis hermanos para saborear los surtidos en jarras que, nunca se acaban.

Mirar la blanca efigie de Micaela, aprovechando los trazos de luz solar y perennizar el momento con una fotografía, no tiene precio. Pasear con pasos lentos por la calle Miscabamba, escapando del bullicio y turbamulta de la avenida Arenas, nos permite recrear el Abancay del ayer, de calles limpias, de puertas con aldabas sin candados. 

La plaza de Armas y sus eternas palmeras, sus bancas mullidas siempre ocupadas, nos cobijan en sus sombras del mediodía para mirar, con nostalgia y contagiosa emoción, los campanarios de la catedral, el viejo edificio del Club Unión y, por supuesto, la portentosa presencia del Quisapata, subida y bajada. 

Caminamos hacia el valle que nos espera con el ruido del fresco río Mariño, y solazarnos con unas gaseosas en El Edén y El Chama. Inevitable mirar los bosques de eucaliptos, pisonayes y jacarandás, extrañando la antigua y vistosa presencia de las moreras que daban cobijo a una industria de gusanos de seda, ya desaparecida.

El calor nos empuja hacia las sombras y caminando siempre oteando a todos lados, llegamos a Condebamba, donde nos espera un buen caporal de chicha de jora, que apagará la sed del momento. El cementerio nos abre las puertas y nos deja allanado el acceso para visitar familiares y amigos que adelantaron.

Dino y Genaro cruzan miradas y caemos en cuenta que es hora del almuerzo. Ahí nomas, está la picantería Villa Venecia, de las más antiguas y tradicionales, donde liberamos nuestro antojo y engullimos cuyes y chicharrones, rociadas de cusqueñas de trigo. Incomparable.

Abancay, la sesquicentenaria, tiene de todo para todos. Nomás hay que darse tiempo y programar el paseo por las inmediaciones del centro de la ciudad, o abrir sombrillas y subir desde las aguas termales de Santo Tomas, cruzar el puente colonial de Pachachaca, degustar bebidas espirituosas en la ruta de la caña, ingresar al suntuario y hacienda de Illanya. Sacudir las piernas para trepar al Quisapata, al Mirador, a la granja San Antonio, y perderse en los laberintos de Karkatera. 

Hay más, mucho más, dentro y fuera de la ciudad. Todo en ambiente de calor y amistad que solo se encuentran en Abancay. Feliz día, tierra querida, de un hijo lambramino waqrapuku.