miércoles, 15 de enero de 2025

Antuco en el recuerdo

Antuco en el recuerdo
Escribe, Efraín Gómez Pereira

Llegó a Tomacucho cuando los hermanos Gómez Pereira, éramos niños. Llegó jovencito, apenas saliendo de la adolescencia, con su ropa raída, talones cuarteados y apretados en un par de ojotas castigadas por el largo uso. Un sombrero artesanal “loqosto” hecho con lana de oveja en forma de cono escondía una cabellera grasosa y abundante.

Laureano, mi señor padre, lo había contactado en las inmediaciones de la hermosa laguna lambramina de Taccata, en una ocasión de wacamarkay. El jovenzuelo, se mostraba atrevido para hacer frente a los caballos de la tropa de chúcaros que eran “marcados” con la LG, iniciales de Laureano Gómez, lo que convenció al próspero ganadero de Lambrama.
El cuarto de Antuco, pegado a la cocina en Tomacucho. 

Antonio Chicclla “Antuco”, rostro cetrino y pómulos enrojecidos, quechua hablante hijo de llamichos de la localidad de Queuña, en Chalhuachacho, aceptó la propuesta de trabajar en Lambrama, pueblo que conocía de oídas. “Ari papay”, habrían sido sus primeras palabras que lo vincularon de por vida a la familia Gómez Pereira, de Tomacucho.

Con una habilidad natural para muchos quehaceres enlazaba caballos y toros con destreza envidiable. Sabía pescar truchas en las albuferas de la puna, soltando champas de tierra negra que espantaba los cardúmenes que caían en costales o ponchos de lana. Cazaba ranas o kairas en los riachuelos altoandinos y las disecaba para preparar caldos que ponían fin a las bronconeumonías y prevenía la tuberculosis.

Tejía cinchones, correas, chalinas, huaracas y sogas con lana de oveja y con la crin de caballos que cortaba en sus afanes diarios y las custodiaba como riqueza. Herramientas, aparejos y caronas de uso común estaban bajo su responsabilidad. Se aseguraba siempre que esos elementos no estén dañados y los reparaba con habilidad empleando cuchillas, puntillas de madera, agujas de arriero sentado sobre un poyo de piedra ubicado en la puerta de la gran cocina.

Jugaba con los hermanos siempre vigilante. Recuerdo mi primer instrumento musical hecho por sus curtidas manos: un tautaco de palito delgado doblado de murmuskuy que, al contacto con la boca, la respiración y el punteo del hilo tejido con pakpahuato que lo arqueaba, nos regalaba un sonido particular. Huainos llorones, sobre todo. Su cuarto que tenía una tarima y una mini cocina o tullpa, era nuestro escondite favorito, con el secreto del propio Antuco.
Tomacucho, la residencia de los Gómez 

En algunas ocasiones lo acompañamos en su responsabilidad de acarrear leño para la cocina. Su lugar favorito era Tanccama, hermoso valle natural donde reverdecía un apretado bosque de uncas, tastas, lambras y queuñas las que talaba con antelación escondiendo los troncos para una próxima visita. Así, cada vez que buscaba leñas ya sabía dónde estaba el insumo para las chektadas correspondientes. Nunca faltaba leña en casa.

Un alazán criollo “Alaco” pequeño y siempre gordito presto para el ensillado, era su caballo favorito, que lo hermanaba con un mulo negro de carga “Añaco”. Ambos cuadrúpedos se entendían con original afinidad con Antuco, pues nunca se rechazaron. Bien ajustado el cinchón del aparejo y cargado de leño seco casi bamboleando en el camino, Añaco enfilaba la cuadrilla de animales cargados de leña, papa, maíz u olluco y con cada paso que daba expelía unos sonoros pedos, causando el comentario de un Antuco creyente. “Alamerda, yana mula supirukun, allin suerte caraju”.

Una mañana de verano, los pequeños hermanos lloramos la abrupta ausencia de Antuco, cuando soldados del Ejército se lo llevaron a la fuerza a Abancay para encuartelarlo en el marco de una campaña denominada “leva”, que captaba jóvenes en  zonas rurales para el Servicio Militar Obligatorio. A los tres días regresó Antuco con la cabeza bien rapada. Había descalificado por “pie plano”. Celebramos con inusitada algarabía ese retorno.

En las labores agrícolas disponía las tareas de chacra, asumiendo él mismo la capitanía de las tutapas, cutipas, deshierbes, cosechas y otras afines. A su merienda de campo entregada por mamá Dora y Victoria, cada una en su momento, nunca le faltaba uchucuta o un rocoto, que lo devoraba como si fuese una manzana. Con pepas, venas y todo. Los ojos rojizos y el sudor de su rostro evidenciaban un gusto muy personal por ese manjar andino.

Mantuvo un matrimonio fugaz con Guillermina, que también trabajaba en casa. La chola buenamoza, colorada y grandota y con una hija ya adolescente, lo abandonó y se fue a Lima. Antuco no sufrió la soledad. “Huaylaca warmi karan”, se consolaba.

Muchos mistis pudientes de Lambrama y otras localidades buscaron llevárselo con la oferta de una buena paga. “Manan. Ya tengo mi familia, mi casa” rechazaba. Dora lo quería mucho, Laureano lo trataba como a un hijo, y nosotros como a un hermano. Era nuestro hermano. Lo recuerdo silbando de madrugada al ensillar Chilingano, el caballo de montura de papá Laureano; haciendo dupla con Aquilino Gómez o Vidal Zanabria, para arrear toros hasta Abancay, en jornadas que duraban más de un día. 

Con los años la casa de Tomacucho se fue despoblando. Los hermanos salimos a Abancay y Lima y Antuco, fiel a papá Laulico, aferrado a la soledad, a su eterna soledad. Siguió acompañando a Laureano, cuando este también opta por irse a Abancay. No quiso acompañarlo a la ciudad donde estaría perdido. Cada vez que yo llegaba a Lambrama, que era una vez al año, llevaba ropa para Antuco, pantalones jean, casacas y zapatos, y una propina previo abrazo aromatizado por una cerveza. Murió de viejo, en la selva de Madre de Dios a donde había ido a buscar fortuna. 

Siempre que los hermanos nos juntamos para un reencuentro, una celebración o una visita informal, recordamos a Antuco y sus afectos, su veloz forma de hablar, de alimentar a los cuyes con cáscara de mote o papaqara, de perfilar algunos términos en español que le enseñábamos con el apoyo de una pizarrita escondida en la despensa. “Hirbi hirbi ollita” (hierbe hierbe, ollita) alentada a la olla de mote puesta en su tullpa rascándola, esperando la cocción del maíz que endulzaba paladares. 

¿Cómo estás Antuco? “Jodido nomás, papá” y soltaba una contagiosa y prolongada carcajada que le sacudía todo el cuerpo. Así te recuerdo, Antuco. Con tu risa alegrona, tu mirada inquisidora a pesar de esa tristeza que como condena acompañó tu soledad.

domingo, 5 de enero de 2025

Éxitos, Dr. Hermógenes Lima Chayña

Éxitos, Dr. Hermógenes Lima Chayña
Escribe, Efraín Gómez Pereira

Es un magistrado reconocido en Abancay, con familia abanquina y egresado de la Universidad Tecnológica de Los Andes - UTEA. Con dieciséis años de ejercicio en el sistema judicial del país, asumió el 2 de enero, para el periodo 2025-2026, la presidencia de la Corte Superior de Justicia de Ucayali, el escalón más elevado de la judicatura regional. 

Se trata del Dr. Hermógenes Lima Chayña, abogado natural de Camaná, afincado en Pucallpa, desde hace más de una década donde ejerció importantes cargos. Entre el 2008 y 2015, fue Fiscal provincial Titular en Coronel Portillo. Desde 2016, se desempeñó como Juez Titular Superior en la Corte Superior de Justicia de Ucayali, donde ejerció la presidencia de la Segunda Sala Penal de Apelaciones y la Sala Civil. También presidió el Jurado Electoral Especial de Atalaya.
Al inaugurar el Año Judicial 2025 en Ucayali, Hermógenes Lima asume un tremendo reto que corona una destacada y exitosa carrera profesional, resultado de un trabajo tesonero, comprometido, responsable y de formación permanente. “Los tiempos de aprendizaje son eternos que no nos alcanza la vida” resume este empeño que muy pocos se animan a dar.

La nota quizás debió titularse “De soldado a presidente” pues mirar el retrovisor de la existencia de este abogado camanejo, nos permite recrear su paso por el Ejército peruano como soldado Raso, disciplinado y estricto; su desempeño como efectivo de la Benemérita Guardia Civil, impartiendo y exigiendo justicia para los más débiles. El salto cualitativo en su carrera profesional se gesta en las aulas de la UTEA, donde se graduó como abogado. Las referencias a su formación escolar son siempre de emoción, al recordar las aulas del colegio Sebastián Barranca, de Camaná.
Devoto del Señor de Huanca, a quien encomienda sus pasos y decisiones, ha anunciado una gestión humana transparente de estrecha cercanía entre los usuarios y el sistema judicial, a través del diálogo, capacitación y puertas abiertas previniendo actos de corrupción. También fortalecer la línea de carrera en el sistema con personal idóneo y actualizado en los instrumentos tecnológicos, que permita aligerar la carga procesal. 

Trabajar para la ciudadanía, lograr su confianza y hacer que la administración de justicia involucre por igual a la Policía Nacional, Ministerio Público, Defensoría del Pueblo, es el reto mayor planteado. Para ello, es sustancial las coordinaciones con los diferentes estamentos de la población, como el Gobierno Regional en el apoyo a la infraestructura necesaria. 
Conocemos en el entorno familiar a Hermógenes y estamos convencidos que su labor será de calidad y de resultados positivos. Su familia, sus hijos José, Samantha y Marthiel, su gran legión de amigos nos sentiremos -ya nos sentimos- sinceramente orgullosos. Éxitos, doctor Hermógenes Lima.